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Cartas al director

El progresismo, una religión del siglo 6 a.C.

Decía Oscar Wilde que cuando alguien va de moderno, corre el riesgo de volverse demasiado antiguo.

Esto es así hasta el punto de que casi todas las ideologías hunden sus raíces en filosofías anteriores a la venida de Jesucristo (algo que está expresamente reconocido por los creadores de dichas corrientes ideológicas); porque en el momento en el que insistimos en desligarnos del cristianismo, terminamos retrocediendo a la era precristiana.

De hecho, el progresismo es una creencia mística cuyo origen reconocido se encuentra en el filósofo presocrático Heráclito de Éfeso (540-470 a.C., aproximadamente); y esto no lo digo yo, sino Friedrich Hegel, uno de los padres –por no decir el puntal– de la ideología progresista.

Hegel estableció que la humanidad se encuentra en un constante estado de progreso, en un devenir que va rompiendo sistemáticamente con lo anterior, caminando hacia adelante sin echar la vista atrás. Como he indicado en el párrafo anterior, esta idea la cogió del filósofo presocrático Heráclito de Éfeso, quien decía que «todo fluye» (panta rei), véase que todo avanza hacia el futuro sin deberle nada al pasado.

Esta creencia mística de Heráclito de Éfeso, fechada entre los siglos seis y cinco antes de Cristo, es previa a Sócrates (470-399 a.C., aproximadamente), véase a que el mundo griego descubriese la razón. Así pues, se trata de una religión pagana, sin una fundamentación racional, unos quinientos años anterior a la venida de Jesucristo al mundo.

Esto explica, de manera muy meridiana, el hecho de que quienes se declaran hoy «progresistas» quieran romper con el pasado a toda costa, para caminar, sin una base racional, hacia un horizonte incierto llamado «progreso». Creen en «el cambio por el cambio», porque sí, influenciados por una creencia mística cavilada por un filósofo presocrático.