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Cartas al director

Reflexión y suerte

El señor Sánchez nos dirige a todos de sopetón una carta que da mucha pena. Ahora bien, haciendo una lectura completa y distanciada de su envío «a los ciudadanos» no podemos sino constatar el carácter profundamente divisorio de su contenido, así como un innegable llamamiento que invita a esos mismos «ciudadanos» a profundizar en su encono social. Como en general me llevo bien con mis congéneres, aunque pensemos diferente, no pienso darle gusto en lo uno ni lo otro. Tampoco porque lo hace en un estilo bastante infantil que no se corresponde en absoluto con la posición institucional que ocupa. Asimismo esta sorprendente «actitud» no está prevista en ninguna parte ni en la ley ni en la Constitución, equivaliendo en la práctica a un abandono de funciones. El Sr. Sánchez no ofrece por demás ninguna explicación más allá del hecho de sentirse muy ofendido y de repetitivas diatribas contra el poder judicial así como contra aquellos medios de comunicación que no comparten su opinión. Le deja a uno pazguato y es francamente preocupante. España queda a la deriva por ofuscación de su presidente, al que a todas luces le molesta tanto la independencia judicial como la libertad expresión. Lo dice él mismo. Dos frases despectivas merecen ser destacadas: «¿Merece la pena todo esto?» «Sinceramente, no lo sé». ¡Sí, han leído bien! No es broma. Sintiéndome parte del «todo esto», invito pues al señor Sánchez a tomar la decisión correcta sin más dilación: dimitir y dejar que otros se hagan cargo de un país que, sí, «merece la pena». Además, como buen político, o te quedas o te vas, y te lo piensas de antemano, pero no organizas un melodrama de cinco días al estilo de «Lo que el viento se llevó». Sr. Sánchez, sobre todo no cambie de opinión, y buen viento le acompañe.