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Cartas al director

Las apariencias

La apariencia es uno de los tamices por los que pasan mis primeras impresiones. Te llevas sorpresas para bien y para mal. Sufrí una gran decepción cuando vi los tatuajes de D. Juan. Indagué y es algo más común de lo que pensaba en gente en la que jamás pensé.

Mis inicios en el mundo de la montería me llevaron a un grupo de monteros cuyos modos y maneras coincidían con la idea que yo me había hecho y que casi cincuenta años después mantengo.

La montería se ha desclasado, para mal. Su liturgia se ha vulgarizado y no puedo evitar sonrojarme viendo monteros con su Blaser R8, su Range, su Rolex Submariner –¿irán a cazar la foca monje, esa que prohibieron, cosas del copia y pega según José Tomás Valverde, en el primer reglamento de caza de Castilla-La Mancha?– y una indumentaria que ni el más osado sniper se atrevería a usar.

La de Garzón, fotografiado en 1997, inenarrable. ¿Puede haber detrás un gran cazador? ¿Por qué no? No pongo en duda las cualidades de Garzón y Bermejo a pesar de la pinta que lucían en Cabeza Prieta.

«Como en los mejores tiempos del franquismo, y ataviados a la usanza que requiere la ocasión –jornada cinegética– el pasado fin de semana, el juez Baltasar Garzón, la fiscal Dolores Delgado y el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo […] La fiscal, inseparable del magistrado Baltasar Garzón, al que le profesa una lealtad inquebrantable… Por su parte, el juez alaba de ella su profesionalidad y sensibilidad con los derechos humanos», escribía Eugenio Pordomingo aquel 11 de febrero de 2009.

Que aquella lealtad acabe en boda me alegra, que la celebren donde la piscina tiene forma de capote, sin comentarios.