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Cartas al director

Primeras comuniones

Con la llegada del mes de mayo, las parroquias se convierten en verdaderas pasarelas de moda y el mercado de las nuevas tecnologías, sobre todo, hace su agosto. Puede parecer exagerado y los datos, desde luego, desconcertantes, pero lo cierto es que en una sociedad cada vez más secularizada, y con un descenso acusado de la natalidad, las cifras de primeras comuniones en nuestra diócesis se mantienen en alza. Y sin ser catastrofistas, la primera comunión será para algunos de esos niños/niñas también la última. Sabemos que entre los sacerdotes y catequistas existe una preocupación general por conseguir que la celebración de la primera comunión se viva como un momento importante de un proceso de fe y no como un montaje, un acto de compromiso de carácter social, en el que se da más importancia a cuestiones secundarias como las fotos, los obsequios, los banquetes… Algunas familias llegan a gastar hasta miles de euros en la celebración.

Hoy incluso se reparten entre los invitados listas de regalos similares a las de boda, pero hay quienes se niegan a plegarse a los caprichos tecnológicos (triunfan entre los objetos más deseados por los pequeños las tabletas, los móviles y los videojuegos). Sobre todo las abuelas y algunos padrinos comprometidos, los que se decantan por regalos religiosos. Una de las principales dificultades que se detectan en arciprestazgos, parroquias y catequistas sobre los itinerarios de iniciación cristiana en nuestra diócesis, es que pese a que los padres se implican bastante en todo lo que se refiere en las cuestiones organizativas de la celebración, existe gran desinterés por la vivencia de la fe, la maduración cristiana de sus hijos, su propia formación cristiana. Este desinterés en ocasiones se transmite a los hijos, que van obligados a asistir a catequesis, o acuden con mala actitud, situación agravada porque los niños están sobrecargados de actividades extraescolares y se constata cierto absentismo.

Otro de los problemas es la falta de asistencia a la misa dominical, sobre todo cuando la catequesis se da entre semana y si los padres no van, aunque esa carencia a veces se suple por los abuelos, que están jugando un papel muy importante en los procesos de iniciación cristiana de los niños. Creo que muchas primeras comuniones se han convertido en fiestas familiares donde lo que menos importa es Jesús de Nazaret.