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Cartas al director

Sobre la economía del lenguaje

No es raro que en los últimos años todos hayamos oído hablar sobre la economía del lenguaje a favor del masculino plural como forma genérica de comunicar. Muchas personas entienden como innecesario, complejo o negativamente político el implementar el femenino en la comunicación, ya formal o informal. No podría jamás negar ni la complejidad ni el factor político de la comunicación como medida de trasmisión, pero permítanme cuestionar lo innecesario de este cambio.

Cuando alguien intenta hablar sobre cómo perjudica la mención del femenino en la economía del lenguaje no puedo evitar pensar que solo se piensa en este cuando hablamos de incluir sujetos que han sido antes silenciados. Nunca nadie ha criticado la poesía por la economía del lenguaje. Ni los documentos jurídicos. Ni los discursos políticos. Ni los artículos académicos. Y esto es porque somos muy conscientes de la pérdida de matices y la dificultad que esto puede suponer para expresar la realidad.

Hay algo que me parece realmente grave escondido tras la famosa economía del lenguaje en cuanto al uso del masculino genérico, y es la ausencia de sujetos. El lenguaje es también, por tanto, política. Y no seré yo quien diga a nadie qué posición política deben tomar, pero, al menos, háganlo sabiendo que ya hay una posición política en el lenguaje aceptado, y es la de asumir al hombre como norma general humana, negando así la existencia a todas las personas que no son hombres, porque, y permítanme ser contundente aquí, no nombrar algo hace que parezca que no existe. Si en una charla denominada «Expertos hablan sobre las consecuencias de la Covid-19» nadie se atrevería a asegurar con firmeza la presencia de mujeres expertas en esa charla por la magia del masculino genérico solo basándonos en el título, hay sujetos que no están siendo representados.

No ignoremos tampoco la conducta bastante naif de intentar evitar el sexismo utilizando una arroba, una «e» o una «x». No estás nombrando a una mujer cambiando la letra final por una e. No es lo mismo nombrar a una persona no binaria que a una mujer, como nunca fue lo mismo el conocido como masculino genérico con la representación de las mujeres. Utilizar la «x» o la arroba es como decir «los hombres y el resto». Y todavía con ello nos creemos muy progresistas, pero permítanme decirles que es el mismo perro con distinto collar.

Animo a reflexionar a nivel individual y colectivo sobre la realidad que forman las palabras. Ellas nunca fueron azar. Debemos ser críticos con el lenguaje y nuestro modo de emplearlo y, si simplemente quien esté leyendo esto asume que puede ser confuso añadir una «a» tras una palabra, les recuerdo que existe el contexto, porque jamás nadie ha pensado que el frutero que me atendía en la frutería era una pieza con fruta dentro. ¿Les pasó a ustedes?

Arantxa Álvarez

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