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Cartas al director

Herido de muerte

Durante las temporadas de caza, aún recuerdo a las cuadrillas de monteros regresando al único bar del pueblo, regentado por un cordobés que nunca dominó el castellano, con sus trofeos ensangrentados en la parte trasera de sus todoterrenos. Especializados en presas de mayor tamaño, siempre traían algún conejo despistado, daños colaterales que, junto con jabalíes y algún venado, completaban las piezas repartidas en lotes equitativos. De adolescente, envidiaba a los cazadores, no por el acto de matar, lo cual nunca fue de mi agrado a pesar de que pudiera comprenderlos, sino por la camaradería postrera surgida en las juntas de caza, cuando, brindando con sus jarras de cerveza, compartían las anécdotas de la jornada. También recuerdo las más impactantes, casi todas ellas centradas en los hechos posteriores a los disparos, cuando habían tenido que esquivar a aquel animal salvaje herido de muerte al que no pudieron rematar y que, fruto de la agonía, se había revuelto, si cabe, con más fuerza atacando a diestra y siniestra. La mayoría se reía, pero el panadero del pueblo, no. Él siempre permanecía en silencio, escuchando melancólicamente desde la equidistancia sobrevenida, las aventuras de sus otrora compañeros de cacería.

He tenido que esforzarme para no comparar aquellas vivencias con la situación actual de la política española. Rodeado de cazadores, sin presupuestos, sin contar con parte de su gobierno para sacar leyes y herido de muerte por el asunto de su esposa y de otros casos de corrupción que implican a su partido, Sánchez ha empezado a zurrar a todo el que encuentra en su camino. Venga de donde venga, puesto que sabe que su final se aproxima.

Al hoy conocido como panadero cojo de Salgueiros, un verraco salvaje le destrozó una pierna y se la tuvieron que amputar. También el animal, conocedor de la inminente marcha de su alma al Valhalla de los jabalíes, nunca se dio por vencido y, exhalando su último aliento, se lanzó con odio profundo y furia renovada contra el responsable de su desgracia e infortunio. Él mejor que nadie, sabe que Sánchez ahora es más peligroso que nunca. Y lo sabe por experiencia.