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Cartas al director

Europa merece la pena

Europa merece la pena. Por eso hemos de ser sensibles a su esquema. Porque el proyecto sigue siendo de absoluto interés, pese al decaimiento generalizado de su inserción en el orbe; pese a su declive económico; pese al mensaje apocalíptico de quienes lo denuestan, en aras de los estancos proyectos nacionalistas de los estados miembros; pese a la pobre preparación e irrelevancia de muchos de sus representantes en el parlamento, implantados en sus escaños como cómodo epitafio de su carrera política y para sostenimiento de su poder adquisitivo. También pese a quienes aspiran a los escaños para desde ellos fraguar su descomposición interna. Hay mucho que mejorar en el proyecto de la Unión Europea. Muchísimo.

Sin embargo, no puede desdeñarse, porque la esencia de su razón de ser sigue siendo del todo imprescindible. Sólo inscritos en su contexto disponemos de una brújula de principios fundamentales de actitud y de actuación. Solo en este caso, poseemos una estructura de competitividad frente a otros bloques del mercado, algunos de ellos hermanos, como lo pueda ser EE.UU., pero de acrisolada rivalidad comercial. Solo en su seno podemos ser la suma para la fuerza, además de dotarnos de una personalidad propia de conjunto que nos es del todo vital. Porque nuestro futuro posible y digno pasa por la Unión Europea, su proyecto debería afectar a los jóvenes en mayor medida, desencantados, no en vano, con la dispersión y el guirigay intestino.

Los grandes proyectos son tremendamente complicados y llevan su tiempo. Son diametralmente opuestos a los cortoplacistas planteamientos populistas, que exhiben respuestas sencillas y estúpidas a la complejidad. Empeñémonos, aún en la duda, por lo que bien merece la pena.