Triquiñuelas democráticas

Se rompió el aguacero y las aguas, de nuevo, prestas al pistoletazo de salida, aunque más bien, a los fogonazos de reinicio. Obcecados en la intransigencia, han hecho caso omiso a lo que las lluvias de mayo y julio de 2023 les depararon y si a éstas no les dieron mucha importancia, como por resultar un tanto ajenas, a las del 12 de mayo de este año, tampoco da la sensación de que las hayan tomado en mucha consideración. Ya puestos, las últimas, las europeas de 2024, tampoco.

Y, aun así, la terquedad frente a los hechos marca la idiosincrasia de los déspotas iluminados, por no escribir dictadorzuelos de tres al cuarto. Porque, si la lógica no falla, a duras penas resulta entendible que aquéllos que logren un menor y menguante respaldo electoral gocen de un mayor y creciente poder decisorio.

A veces, las triquiñuelas democráticas juegan malas pasadas y, a consecuencia de tales desvaríos, sobrevienen chubascos que, por muchos sesudos analistas y agoreros del fin del imperante sistema político actual puesto en marcha por el griego Pericles, no hacen sino constatar que en política también al sistema «menos malo», según Churchill, le sobran demasiados pins y tics.