Cartas al director
Mi tío Samuel
Suena el teléfono y al ver quien me llama no hace falta nada más explícito; sé lo que va decir. Ha fallecido mi tío Samuel. Soriano de nacimiento, riojano de adopción, calagurritano, comenzó a trabajar con nueve años compatibilizándolo con la escuela; tenía doce cuando a veces, él solo, iba con un macho a cargar sacos de harina a San Pedro Manrique desde Munilla, ida y vuelta 68 kilómetros en el día. Acudió poco a la escuela, las cuatro reglas, pero la vida lo doctoró sobresaliente cum laude. La familia y el trabajo fueron su pasión, su única devoción; la religión y la política sobraban.
Persona austera, frugal y metódica que no perdonó ni un solo día la sopa de ajo para cenar; hombre íntegro, con el sano humor de la gente del campo; persona tradicional, jamás incumplió su palabra, válida cual contrato firmado. Un espíritu de sacrificio espartano propio de quien sufrió la guerra y padeció una posguerra. Trabajó en una fábrica y al acabar le esperaban las duras tareas del campo. Persona de lo que se llama la 'vieja escuela' siempre dispuesto a escuchar y ayudar: Ni pidió ni nada le dieron, todo fruto de su trabajo. Recuerdo su apoyo moral, su empatía cuando me tocó sufrir y mucho; sabía que contaba con él y lo demostró con creces.
En resumen: una persona anónima, un hombre de bien. Estas reflexiones no son un panegírico, una loa, sino la constatación de un hecho inapelable; un humilde reconocimiento a una persona humilde a quien públicamente agradezco que fuese como era. Samuel Ruíz Aragón, mi tío Samuel. In Memoriam.