Cartas al director
El desvanecido espíritu de Ermua
Es curioso cómo ha desaparecido en nuestros días y en estas fechas la invocación del tan manoseado espíritu de Ermua, y que ya ni siquiera se le mencione como reclamo de unidad frente a lo que significó el cruel terrorismo etarra tras el brutal asesinato del concejal del PP, Miguel Ángel Blanco. Hasta hace sólo dos años aún era utilizado por el desahogado Pedro Sánchez para celebrar el 25 aniversario de aquel julio de 1997 que nos estremeció a casi todos, y lo invocaba sin el menor pudor como símbolo de la lucha contra ETA para apuntarse una supuesta victoria sobre los asesinos etarras, mientras seguía cediendo al chantaje del separatismo vasco y a los herederos de aquellos criminales. Un espíritu de Ermua que ya desde su nacimiento estaba llamado a desvanecerse si observábamos el interés en ello de los partidos nacionalistas y de gran parte de nuestra izquierda. Y no menor fue el interés de los propios servicios del Estado que, urgidos por encauzar y desactivar la rabia de un pueblo que por fin se rebelaba contra los criminales etarras y sus brazos políticos, enseguida se ocuparon por reconducir la justa reacción popular hasta transformarla en inocuas manifas de manitas blancas y absurdas consignas borreguiles que ofrecían sus nucas a los asesinos. Mucho se invocaba el espíritu de Ermua...
Pero la repugnante realidad es que la tumba de Miguel Ángel en esa misma localidad donde le asesinaron, fue tan continuamente profanada que hubo que trasladarla a la Galicia de origen de sus padres, y similar destierro tuvieron que seguir estos. Que toda aquella inmundicia criminal haya sido blanqueada por el Gobierno sanchista y vivamos como si nada hubiera pasado, olvidando incluso el forzado destierro de unos doscientos cincuenta mil vascos, es signo inequívoco de la degeneración política y moral a la que nos ha conducido el enamorado marido de doña Begoña.