Cartas al director
Generación Z
Leo con suma atención en el periódico el artículo sobre la llamada Generación Z y reconozco que no salgo de mi asombro: exigen su propia jornada laboral, se han criado en la sensibilidad (sic) ¿acaso en la sensiblería? ¿molicie? Rebosan de un idealismo melifluo; el salario no es lo más importante ya que prima la conciliación, valores, ética, planeta, un horario híbrido, tipo de empresa, etc. Uno se pregunta si acaso esta generación acunada en la abundancia, arropados y protegidos por sus padres que hacen de parapeto y red de seguridad, sin sufrir escasez o penuria, viviendo en una burbuja en la que creen que la vida es una serie de Netflix, hiperprotegidos, megamimados, superatendidos están preparados mentalmente para emanciparse. La vida real es una jungla, una lucha constante en donde la cruda realidad se impone y no ha lugar para ensoñaciones utópicas. Veo a esta generación como si fueran el cervatillo Bambi correteando y jugando con sus amigos ajenos a todo.
Las generaciones precedentes hemos trabajado largas jornadas laborales, nos hemos apañado para conciliarlas con nuestras vidas privadas, hemos disfrutado también y mucho, por supuesto que éramos idealistas, pero, sobre todo, realistas (no hablo de fútbol) ya que pisábamos el suelo y en el fondo éramos muy felices; nos sentíamos realizados. Debo decir con humildad no exenta de firmeza que mentalmente éramos mucho más fuertes, No había tiempo ni para aspavientos ni alharacas. Éramos gente de trabajo y había que pagar las facturas. Amén.