Fundado en 1910
Menú
Cerrar

Cartas al director

Indiferencia o deferencia

La mejor ofensa es la indiferencia y esta inauguración de las olimpiadas ha manifestado como La Iglesia Católica Romana, no deja indiferente a nadie.

Hace unos días, no muy lejos de donde resido, al igual que ha sucedido en otras muchas zonas del mundo, un coche provocó un accidente con otro coche, ocurriendo la muerte del segundo conductor. El primero pidió perdón en el acto. Ahora las autoridades tendrán que disponer del susodicho causante del daño irreparable. ¿Llega con pedir perdón? Debemos tener en cuenta que el conductor estaba bajo los efectos de sustancias nocivas, verbigracia: alcohol y drogas. ¿Con pedir perdón se repara el daño causado a la familia del fallecido? o, ¿se devuelve la vida al fallecido?

Desde grupos minoritarios se exige respeto y tolerancia. Me parece fantástico siempre y cuando sigamos la máxima de: «llevaré mi libertad hasta donde comienza la de la persona que tengo a mi lado», de lo contrario yo me quedo sin armas y argumentos para defender esa disposición de ánimo que exijo para mí; es más, la situación pasa de respeto por la libertad a insulto a la libertad (libertinaje), de solidaridad a insolidaridad (egocentrismo), de sociedad abierta al encuentro a microsociedad cerrada para individuos proclives a mis conceptos e ideas (ideologías).

Como hijo, me siento ofendido por la burda representación realizada en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París, mas la acción ya se ha llevado a cabo. Como católico pretendo realizar las cosas con un mínimo de decoro manifestando abiertamente mi desagrado con la frivolidad, falta de respeto a mi libertad, a mis creencias, a un Misterio que me sostiene y da forma a mi vida, y que llega a mí a través de la Iglesia Católica Romana.

Únicamente seré tolerante si manifiesto y reconozco la intolerancia. Hemos asistido este fin de semana a una farsa burda, zafia y burla de la tolerancia, basada en el libertinaje, siempre irresponsable e irrespetuoso. San Juan Pablo II manifestaba: «Tenemos que defender la verdad a toda costa, aunque volvamos a ser solamente doce».