Cartas al director
Leones y asnos
En la Gran Bretaña de la Primera Guerra Mundial se acuñó la expresión «leones mandados por asnos», para señalar la frustración ante el sacrificio de toda una generación en manos de unos directores políticos y militares que no eran capaces de poner fin a una guerra de desgaste sin precedentes hasta entonces.
Esta locución bien podría ser hoy aplicable a las democracias occidentales, en las que ha aparecido una partitocracia que cada vez se encuentra más apartada de la sociedad que, en particular la europea, ha sido el paradigma del Estado de bienestar, al que los ciudadanos han contribuido de forma generosa y valiente en defensa de los principios y valores del humanismo cristiano. Ellos, los ciudadanos, los leones de esta máxima, son liderados por una clase política que, anclada en un pretendido progresismo, ha perdido su referencia, obviando su vocación de servicio y asumiendo el rol de los asnos del pensamiento británico de principios del pasado siglo.
En España pienso que este símil ha sido superado. El actual gobierno está dinamitando todos los pilares en los que se sustentó la transición en España y las primeras décadas de nuestra joven democracia.
Es lamentable que Sánchez por su simple ambición personal esté rompiendo el propio Estado de derecho con sus mentiras, o cambios de opinión, como torticeramente dice, para ceder ante las exigencias de aquellos grupos que pretenden la destrucción de la España que conocemos. Los indultos, la amnistía y, ahora, la ruptura del régimen fiscal son un claro ejemplo de ello. Pero Sánchez y su gobierno van más allá, están colonizando sin rubor las instituciones para sus propios intereses, y ha iniciado una campaña sin precedentes para controlar el único poder independiente que resiste, el judicial.
Ya no se trata de asnos que dirigen a leones. Los primeros han mutado su ignorancia o incompetencia por su maldad y los segundos han perdido su heroísmo y caído en el conformismo y la resignación. Así, «corderos liderados por machos cabríos, en su representación del maligno» explica mejor la relación de los españoles y sus actuales gobernantes. Peor imposible.