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Cartas al director

Ironías de la vida

Hace unos años, mi padre (rip) me regaló el libro «Cómo hablar con un progre», de Gloria Álvarez. En los viajes por carreteras nacionales y de «segunda» que nos llevaban desde nuestra pequeña capital de provincias hasta su «aldea», las conversaciones daban para mucho. Y de uno de aquellos viajes, estoy segura, surgió la idea de regalarme este libro.

Lo he leído varias veces, porque, lo confieso: he querido hablar con un progre. Pero el libro tiene razón: es imposible. En cuanto ven que no pueden sostener en pie lo que dicen, agarran el insulto y te lo lanzan a la cara.

Estos días leo en la prensa que la señora Peleteiro está muy enfadada. Hizo hace tiempo unas declaraciones de las que ahora se justifica diciendo que tenían tono irónico. Me propuse escribir algún comentario para explicar la diferencia entre ironía y burla o ironía y sarcasmo. Pero no me iba a entender. Menos mal que la vida sí sabe y de ahí, ironías de la vida, la realidad la puso en su sitio, cuando una atleta blanca logra el triunfo de la que ella se burlaba.

Luego está la queja por el «linchamiento» al que se ve sometida. Bien, si alguien utiliza un medio con miles de seguidores, lo normal es que esos miles contesten. Quizá, y antes de lanzar un comunicado en el que avisa de acciones legales, ¿no podría pensar que los usuarios y demás seguidores de esas redes utilicen la ironía? A ver si es que también es cuestión de piel.

Pero no lo intento, hablar con un progre, sea del color que sea, es imposible. Y esto sí es literal.