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Cartas al director

La política no es para el verano

Una vez aprobada la amnistía, sabíamos que llegaba la fase judicial, en la que los tribunales deciden sobre su aplicación, a quién y hasta dónde. Los que hicieron la ley han buscado dejarlo todo atado y bien atado pero no han conseguido, todavía, convertir a los jueces en títeres en sus manos. Para eso ya está el Constitucional. Todo lo ocurrido desde que la pareja izquierda y su extremo llegó al poder es como una pesadilla que se ha vuelto más angustiosa desde la decisión de Pedro Sánchez de convocar las últimas elecciones generales. Hace de esto un año y parecen veinte.

Suceden cosas asombrosas como que se hable de hacer «obligatoria» por ley la «solidaridad» interterritorial en el reparto de menores, sin saber cuántos lo son ni cuántos serán, sin que el Gobierno tenga un plan diferente a la apelación a la bondad; que así cualquiera se ocupa del control de fronteras, dejando entrar a todos y derivando a los ciudadanos el problema, igualito que se hace con la falta de vivienda.

Increíblemente también se habla de una financiación singular para Cataluña, aunque sepamos ya que eso no cabe en la Constitución... hasta que lo diga el Constitucional. Si ha podido decir que el derecho a la vida no es absoluto porque está el derecho al aborto, que los que redactan las leyes son irresponsables y que el Poder Judicial estaba estupendamente atado sin poder hacer nombramientos y atascando la Justicia, pues también dirá que el cupo catalán es la vuelta a la normalidad. Agotados todos, menos los asesores del Gobierno. Mientras tomamos mojitos y nos damos un baño en las olas, se acordará seguir federalizando y descolonizando, dejando a la prensa hablar según y cómo. Quizá es el cansancio lo que acaba con las democracias modernas.