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Cartas al director

Crímenes, violaciones, incestos

Intento comprender estos consultorios de Elena Francis del siglo XXI. Digan la verdad, de Antonio Caño, Primera página, de J. L. Cebrián y, quizás el más revelador, El Director, de David Jiménez, me han desbrozado el camino o, quién sabe, abierto nuevos frentes. Pero ha sido entretenido.

Si abrimos cualquier publicación digital parece que el catón no ha cambiado mucho, dejando en mantillas al más sesudo estudio sobre gustos y comportamientos. Mutatis mutandis, del pan y circo romanos sólo ha cambiado en milenios la vajilla.

Con titulares a cual más capcioso y contenidos vanos llenos de tópicos, muchas veces me entretengo en adivinar ocultas intenciones, aunque soy consciente de que ello no me lleva a nada.

Por ejemplo, el tratamiento del crimen de Mocejón.

Nadie se pronuncia, nadie mueve un dedo, nadie, con lo agradecido que resulta, da el pésame hasta que aparece y se recalca mil veces lo de joven «español». Demoledor woke.

Al final, tras los horrendos crímenes de Mateo e Iván, identifico a Juan Francisco con Azarías.

Lo vio claro Manolo Matji, guionista de Los santos inocentes, tras una conversación que mantuvo con Delibes preparando la película: «¿Y qué pasó con Azarías?». Y Miguel me contestó: «Lo metieron en el frenopático». Entonces, Julián, Mateos, el productor, le preguntó: «¿Quiénes son los santos inocentes?», y Miguel le dijo: «Todos».