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Cartas al director

Después del dos, que no venga el tres

Algunos opinan que Pedro Sánchez «cede» a las exigencias de sus socios, incluso contradiciendo sus principios, o lo que decía al principio, viéndose obligado a cambiar de opinión, por el único fin que le mueve, que sería mantenerse en el poder. Y es que es triste que gobierne España un secuestrado por quienes buscan la destrucción de la nación, pero es más doloroso reconocer que quien la preside coincide en ese propósito. O sea, que nadie le tuerce el brazo y camina por la senda que él mismo abre y por la que nos obliga a transitar, decidido a pasar a la Historia como el forjador de un nuevo ente que, con el nombre de Estado o República Plurinacional, resuelva el tema de los nacionalismos vasco y catalán así como de cualquier otro grupo identitario que se apunte al carro, sea la diversa Galicia, la singular Asturias, la folclórica Andalucía o el país de la paella. Es por eso que el español es maltratado en cada rincón, que se intenta repartir el grano a las gallinas obligándolas a picotearse o que se reduce la historia de España a una colonizadora racista.

Está tan avanzada esa senda que podría ser que, incluso sin el paso enérgico de Sánchez al frente, fuera imposible dejar a un lado ese camino. Pero habría que intentarlo. En su día, Aznar renunció a presentarse a un tercer mandato. Esto podría proponerse en el marco de una proposición de ley de protección de la democracia, buenas prácticas de gobierno y esas expresiones tan repetidas. Alguien calificará esta propuesta de torpe pero lo más tonto es dejarse llevar sin oponer resistencia.