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Cartas al director

¡Quiero que maten a mi hijo!

Manifiesta Biden en una Convención del Partido Demócrata «preservad la democracia», siguiendo las instrucciones del NOM (Nuevo Orden Mundial). Y pronuncia estas palabras mientras a las puertas de esa Convención se sacrifican bebés en un abortorio móvil. Y esto ocurría mientras Joe Biden entronizaba a su segunda, Kamala Harris, para ser presidenta de los Estados Unidos; y, como esta mujer (al estilo de nuestro Pedro Sánchez) carece de principios y escrúpulos, podemos asegurar que será la primera mujer presidenta del país más desarrollado del mundo.

Un ser humano vivo no puede ser objeto de matanza bajo ninguna justificación. El tamaño de una persona humana, no debe ser determinante de si se le puede o no matar. Desde el momento en que Dios nos da la vida, esta debe ser respetada por todos, especialmente por los mandatarios, independientemente de la opinión del NOM o de la ONU. Digan lo que digan estos organismos, Putin es un asesino, pues no respeta la vida de nadie, con tal de abundar en su idea de ganar terrenos para ocupar y mandar; igual es cualquier persona que desprecie la vida de otro, en guerra o sin guerra.

Pero mucho más despreciable es la actitud de algunas madres que piden matar al hijo que llevan en sus entrañas. ¡Su propio hijo! Las razones éticas y morales que se plantean con este asesinato, son muy firmes, pese al desprecio que algunos políticos hacen de este acto. Igual ocurre cuando hemos acudido a un importante comunicador de la cadena de radio de los obispos, en petición de ayuda: no ha hecho ni caso. Un ser humano indefenso, como es el niño aún no nacido, debe ser protegido por toda la sociedad, aunque el estadista perverso diga que no importa desecharlo.