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Cartas al director

Tiempos de amor líquido

A la palabra amor se le está atribuyendo últimamente muchos significados espurios. Tienen en común que reducen el amor al deseo. Ortega y Gasset decía que «hay que separar amor y deseo. Del amor nacen deseos, pero estos no son el amor mismo. Deseamos muchas cosas que no amamos, que nos resultan indiferentes en el plano sentimental». Ese criterio de Ortega es aplicable al «amor líquido» que actualmente está en boga. Es un concepto creado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, para describir el tipo de relaciones interpersonales que se desarrollan en la posmodernidad. Están caracterizadas por la «falta de solidez, calidez y por una tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales, etéreas y con menor compromiso».

En esa situación la impaciencia vence a la paciencia, lo efímero a lo permanente, y lo líquido a lo sólido. Un líquido tiene un volumen casi siempre constante, pero con forma variable, adaptándose al recipiente, mientras que un sólido opone resistencia a los cambios de forma y volumen. El amor líquido es un amor superficial, porque se basa en vínculos sentimentales frágiles, que pueden romperse fácilmente. En ese amor, prevalece el egoísmo, de tal modo que una vez satisfecha una necesidad puntual, de cariño, de sexo o de apoyo emocional, el sentimiento no perdura o profundiza creando lazos entre dos personas, sino que se diluye (como un líquido que se escapa entre los dedos) hasta desaparecer. Lo efímero de este tipo de relación hace que Bauman hable no de relaciones, sino de simples conexiones.

El matrimonio representa lo contrario al amor líquido: solidez, compromiso, responsabilidad. En tiempos líquidos sigue siendo posible construir un amor sólido. Hay un buen argumento para optar por este segundo tipo de amor: la experiencia dice que está más relacionado con la felicidad.