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Cartas al director

Los bables

«No ha existido ni existe un bable como una lengua alternativa frente al castellano. Lo que existen son bables que funcionan respecto a él como lenguas complementarias», escribe Jesús Neira en el prólogo al «Diccionario de los bables de Asturias» (1989), compartiendo autoría con María del Rosario Piñeiro.

Neira asegura en dicho prólogo que Asturias tiene dentro del conjunto español «una realidad lingüística peculiar», que deriva de la propia historia, y que cohabitan y alternan aquí desde los siglos iniciales de la Reconquista «tres modalidades lingüísticas»: el castellano, «lengua común entre todos los hablantes de la región»; el gallego, con esa «variedad de gallego-asturiano» conocida entre los ríos Navia y Eo, y en las demás zonas de nuestra región «un conjunto de hablas románicas, ni gallegas, ni castellanas por su origen», a las que decimos «bable». Para Neira «bable es pues, igual a bables, grupo de hablas o lenguas funcionales con una localización geográfica muy precisa». Y esas ubicaciones están en el Centro, Occidente u Oriente del Principado de Asturias.

Como escribo, en mi caso, desde el centro de Asturias, puede que conozca desde crío algo de ese bable «central». Pero estaría exagerando, y mucho, si afirmara que esa es mi «lengua materna», cuando lo es el español.

Lamento que desde el ámbito de la política, curiosamente con la idea de otorgarnos «derechos», se fomenten conflictos de carácter lingüístico para, y según algunas personas, «facilitarnos la vida». Cuando lo que están generando, además del gasto económico, son trabas para el entendimiento y el progreso de todos y cada uno de nosotros.