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Cartas al director

Sangrante

El Gobierno y sus adláteres han metido un gol por la escuadra, donde las telarañas, a eso que se denomina la leal oposición. Uno se pregunta si sus señorías y la miríada de asesores, no leen los documentos o acaso sí lo hacen pero carecen de comprensión lectora; ¿ineptitud, apatía, pasotismo? El llamado líder de la oposición se ha apresurado a pedir disculpas, pero me permito recordarle aquello de muerto el burro, la cebada al rabo. Entre unos y otros han logrado aupar la infamia a lo más alto mientras los reclusos etarras se carcajean a mandíbula batiente cual hienas.

A buen seguro, si los diputados trabajasen en la empresa privada, donde se exigen profesionalidad y resultados, figurarían como demandantes de empleo. Me viene a la memoria el caso de un diputado que abandonó la política por la empresa privada y duró menos que el canto de un gallo; prefiere seguir succionando de la ubre pública ya que tal vez él piense también que el dinero público no es de nadie.

Las víctimas del terrorismo, manoseadas y ninguneadas por tirios y troyanos, una vez más, comprueban patidifusas, boquiabiertas y ojipláticas, cómo en realidad no cuentan para nadie; su paciencia es digna del mismo Job siempre poniendo la mejilla; pasaron los tiempos en que eran un silo de votos y algunos partidos políticos rebañaron el plato a conciencia. Muchas postillas han vuelto a levantarse y la sangre mana. La burla, ignominia y afrenta son sangrantes. Desmemoria, indignidad, injusticia y claudicación.