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Cartas al director

El precio de la vida

En los últimos tiempos, nos inunda la información sobre el precio de la vivienda, una cuestión que parece estar en constante ascenso. Tener una casa propia, es verdad, nunca ha sido tarea sencilla.

Hoy, con 25 años, puedo decir que he logrado independizarme desde los 18 y contar con un hogar propio. No ha sido un camino fácil. Dejé atrás mi pueblo, guardé todos mis recuerdos en una maleta y me lancé a una aventura, que contó con su proceso de adaptación. Dejé de lado las fiestas, las noches con amigos y algunos de los pequeños placeres de la vida. Pero al trabajo, a eso nunca renuncié.

Esta decisión no la tomé a la ligera, y como ocurre con tantas decisiones importantes, no la tomé con el corazón, sino con la cabeza. Hoy, puedo decir que fue la mejor decisión de mi vida, pero no por elección, sino por necesidad. Porque, cuando se habla del precio de la vivienda, tendemos a enfocarnos en el coste de vida y la relación entre salario y bienestar. Pero se olvida que, para muchos de nosotros, aquellos nacidos en la España rural, el coste de la vivienda es solo una parte del problema.

Aquí, la vida suele tener un precio más asequible, sí, pero no hay oportunidades para todos. La relación salario-vida social puede ser llevadera, pero muchas veces, no podemos permitirnos ser quienes soñamos ser, por mucho que lo intentemos o trabajemos para conseguirlo.

Yo soy periodista, soy extremeña, y también soy una superviviente del precio de la vida. Pero que nadie se confunda, este precio no se mide solo en euros, sino en renuncias, en oportunidades, y en el esfuerzo diario por encontrar un lugar en el que podamos no solo vivir, sino ser.