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Cartas al director

En democracia si no se avanza, se retrocede

Fue en el siglo XVIII, aunque nos parezca ya hace una eternidad, cuando Montesquieu, en 'El espíritu de las leyes', escribió su célebre fórmula: «le pouvoir arrête le pouvoir» («el poder contrarresta el poder»). Tras estas palabras estaba la convicción de que el poder tiende a desplazarse y condensarse en un solo punto. El poder era el centro de gravitación de toda entidad pública. Así, el poder solamente podía ser limitado por su propia naturaleza, y en consecuencia, este debía de ser escindido en sus tres esferas básicas de actuación política.

Estábamos entonces frente al ideal de tres poderes autónomos, pero interdependientes. Se trataba de la relación libre y funcional del Ejecutivo, el Legislativo, y el Judicial que garantizaban la democracia.

Aquel ideal no solo ha quedado olvidado, sino que para quien eche un vistazo al actual panorama político español, le parecerá una utopía. Pues en los últimos meses hemos visto cómo la mujer de quien ostenta el poder ejecutivo es juzgada por un delito de corrupción y tráfico de influencias. Para colmo, el presidente no únicamente se niega a declarar en el juicio, sino que denuncia al juez.

Por otro lado, vemos como el mismo presidente parece servirse del poder judicial para progresar en su enemistad personal con Isabel Ayuso gracias a la filtración de un secreto de sumario por parte del fiscal general García Ortiz. El ministro de Justicia Bolaños apoya y defiende al fiscal (al fin y al cabo, ha sido propuesto por su gobierno).

En democracia, si no se avanza, se retrocede. Y en los últimos meses se ha hecho cada vez más claro que España lleva largo tiempo retrocediendo a ciegas sobre sus propios pasos.