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Cartas al director

De Rousseau a Errejón

Más allá de las consecuencias judiciales. Más allá de las guerras cainitas, piolet o no mediante, a las que la izquierda nos tiene acostumbrados y entretenidos, a mí lo que me ha levantado del asiento al leer la epístola errejonense a los ‘progrintios’ es el párrafo en el que culpa al patriarcado por sus posibles abusos sexuales: «...esto (la política) genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica…».

Me ha recordado a cuando Luis García Montero (director del Instituto Cervantes) salió en defensa de Ana Julia Quezada, la asesina del niño Gabriel Cruz, ‘el pescaito’, a las pocas horas de ser detenida, vía Twitter: «es la madrastra asesina, protagonista de este cuento que es el capitalismo ebrio» y que «nos conduce un espíritu borracho al que no le importa estrellarse en su carrera».

A ver, esto ya lo explicó Rousseau, filósofo que estableció el soporte pedagógico sobre el que todo el imaginario progresista se sustenta y sigue hegemónico, en sus «Confesiones» y en «Emilio o de la Educación»: el individuo (Errejón o Quezada) es un hombre que nace libre, siempre quiere hacer el bien, es justo y honesto. Si actúa por maldad no es por su culpa, sino por influencia de la sociedad. Queda, por tanto, liberado, despojado de toda responsabilidad sobre sus actos.

Y he aquí el pecado original de la izquierda pedagógica contemporánea: considerar al hombre como al «salvaje Emilio», como un niño al que hay que proteger de la influencia (educación, instrucción, reglas, disciplina, autoridad, ciencia, etc.) que supone vivir en la intemperie de la sociedad, la cual corrompe y acaba con la libertad del individuo. Evitar que el niño acabe tomando sus propias decisiones y formando su propio criterio. Entregar la educación del niño al Estado, («los niños no son de los padres», Isabel Celaá, 2020).

Y así, tenemos a Errejón como un buen hombre que, libre de pecado y de delito, sucumbió al patriarcado y al neoliberalismo que acabó arrastrándolo a la comisión de presuntos delitos de abusos sexuales. El Estado no llegó a tiempo a arrancarlo de las manos de sus padres y a conducirlo por el buen camino. Empezó asaltando los cielos, pero acabó asaltando las bragas por nuestra culpa. Acabáramos.

Señor Errejón, cierre la puerta al salir, la de la cárcel si procede.