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Cartas al director

Por bulerías

Unos se arrancan por bulerías para cantar y/o bailar; otros por los bulos para confundir y, por último, los desorientados bolos —también cariñoso apelativo que se aplica a los toledanos, del que me enorgullezco, aunque la generalidad lo destina a calificar como zoquetes—, rastrojeras todos ellos del reino de las torpezas de los hablantes: la ignorancia, ¡qué mal asunto para tantos y qué buen negocio para tan pocos!

—Señores míos, ¡todavía no se han enterado!: todo aquello que pueda debilitar nuestros intereses y sea recogido y espolvoreado por los medios, será calificado de bulo. Bulo por aquí, bulo por allá y bulos por acullá. Es más, sentado esto, huelga recurrir a la RAE para tener claro lo que es un bulo, no sea que las audiencias nos confundan por bolos lanzando bulerías.

Pero el destino no se cansa de la burla. La última, la del pobrecito Íñigo Errejón, ahíto él como en su día su compadre germinal —o el bluf Iglesias— del eufemismo solidario de tantos cantos de sirena, que si feminismos, que si fascismos, que si abusos... 'Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces'; cuántos chinarros en sus propios zapatos, el de Errejón el último y la Montero paseando su cojera supina de 'cajera europarlamentaria', eso sí escudriñando cada día las 'abismales fallas' del sistema para ventolearlas a los cuatro vientos a la búsqueda de incautos, bolos entretenidos cantando y bailando por bulerías: ¡la burla se ríe hasta de los bulos!