Cartas al director
Ayudar con los impuestos
No me da la gana, no. Por supuesto, encuentro encomiable la ola de solidaridad que se ha extendido por toda España, rompiendo en Valencia de una manera tan emocionante como aleccionadora. España existe, y los españoles tenemos unas cualidades únicas para crecer en la adversidad. Algunos creemos que la razón de ese genio se puede encontrar en las raíces cristianas, que nos enseñan que una vida vivida sin valores no merece la pena.
Pero es que, insisto, no me da la gana. Tenemos Bizum, cuentas corrientes, ayudas para los necesitados... ¿Por qué? ¿Qué motivo puede argumentar el Estado para pedirme dinero y así mitigar los efectos de la tragedia, cuando se gastan millones en cosas superfluas, cuando no abiertamente dañinas? ¿Por qué no destinan el dinero de los inútiles traductores en el Congreso —¡y en el Senado!—, o los de tantos talleres que enseñan basura a nuestros hijos?
Yo quiero ayudar, claro que sí. Así que entiendo que el Estado deje de construir alguna carretera, o retrase alguna obra, o incluso acepto que se endeude aún más para cubrir los gastos extraordinarios generados por la tragedia sufrida. Pero tiene que ser el Estado, no nosotros, el que canalice, financie y reparta esa ayuda. Para eso están nuestros impuestos.
Claro que ayudo, faltaría más. Con mi IRPF sabrá Hacienda qué hacer. Pero, mientras sigan teniendo pinganillos en el Congreso, no me da la gana de ayudar al Estado a seguir dilapidando nuestro dinero.
Exijamos que lleguen las ayudas de inmediato. Esa, y no otra, es la mejor manera de ayudar.