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Cartas al director

Casado y Lobato

Es la izquierda la que recuerda con nostalgia al anterior líder del PP, Pablo Casado. Y no es de extrañar que lo echen de menos pues, aunque Casado era un gran orador, en sus hechos se movió como si su partido fuera el PSOE. Secundó todos sus sucesivos estados de alarma, le cedió el Tribunal de Cuentas y el Constitucional, y asumió las tesis socialistas según las cuales el enemigo a abatir era Ayuso y el medio consistía en imputarle delitos, a ella o a su hermano. En aquel caso, hoy es el novio. Pablo Casado decidió convertirse en el brazo ejecutor del plan socialista para exterminar el ayusismo. Y acudió para ello a una entrevista radiofónica en la que él se veía Quijote y sus votantes le veían como se ajustaba la soga al cuello.

Nada que ver aquello con la forzada dimisión de Lobato. El diputado madrileño no buscaba incriminar a su partido sino evitar convertirse él mismo en presunto delincuente. Y así como Casado cerró sus puertas a la política, Juan Lobato ha hecho un alegato en defensa de la política honrada que le va a abrir esas puertas. Así se lo deseo por el bien de la democracia.