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Cartas al director

Franco y la jerarquía eclesiástica

En España se ha venido echando mano del recurso del «Francomodín» con una doble finalidad: denigrar y criminalizar a todo aquel que tachasen de franquista, y cortina de humo para distraernos de graves asuntos. Y en ello siguen pese a que estemos a un año del cincuentenario de la muerte del general, en la cama de uno de los grandes hospitales públicos que se construyeron durante sus gobiernos y resulte muy difícil ocultar los innumerables avances y beneficios de su régimen: como la creación de una amplísima clase media y la mejora incuestionable en el desarrollo económico y social de España y de los españoles.

Pero como tras la exhumación de sus restos poco cabe hacer ya contra él, ahora dirigen sus odios hacia el lugar sagrado donde reposaron, pretendiendo expulsar a los benedictinos del Valle de los Caídos, para culminar quizá tan heroica gesta, volando su imponente Cruz. Esta obsesión se debe a que los odiadores se proclaman herederos de aquellos que fueron vencidos por Franco (lo que no soportan) y se crecen atacando a los monjes, ante la indiferencia (por decirlo suave) de la jerarquía eclesiástica española y vaticana en protegerles a ellos, a la basílica y a la abadía. Dejados a su suerte, como ya antes dejaran los restos de aquel que, por su defensa de la Iglesia, un Papa nombrara Caballero de la Milicia de Cristo, escasas garantías de fiabilidad ofrecen tamañas jerarquías. Pero si creen que así les respetarán... ¡van listos! Dice un viejo y desvergonzado refrán que cuanto más te agachas, más se te ve el culo.