Cartas al director
Rubiales y Errejón
Elisa Mouliaá declaró ante el juez que se sintió « incómoda» cuando Errejón la empujó sobre la cama. Jennifer Hermoso declara que se sintió « poco respetada» cuando, en plena celebración, su jefe le propinó un beso. Rubiales y Errejón no gozan de apoyo popular. El primero por marrullero, el segundo por hacer bandera de un feminismo radical que ahora el mismo reduce a «consignas». Pero estamos ante juicios penales, con la gravedad que eso supone y no parece bastante para sustentar condenas los sentimientos que ahora describen las denunciantes.
El Derecho Penal juzga hechos. Resarce daños, incluso morales, pero se juzga sobre hechos probados. El beso de Rubiales no tiene entidad para ser considerado agresión sexual y su condena ejemplarizante, en pro de un fútbol igualitario alejado del machismo, alejaría la sentencia de lo que exige el Estado de derecho: se juzga el hecho, no al autor y menos aún al deporte. Respecto a Errejón, muchos disfrutan de verle tomando su propio imbebible jarabe feminista. Son los mismos que no creen en la sinceridad de la denunciante por lo que dicen sus hechos. De eso se trata, de hechos, no de géneros, simpatías o venganzas.