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Cartas al director

¡Y lo que nos queda por ver!

Si nos fijamos bien, observaremos que la cosmovisión de Donald y de Pedro están bastante próximas. Da la impresión de que pertenecen a dos mundos bien distintos; pero, en realidad, gobiernan dos sociedades en decadencia, dos orillas de Occidente aquejadas por el mismo mal: corrupción moral. Uno, gobernado por un macarra, que ha transformado el matonismo chabacano explícito en una seña de identidad (como recientemente con el asunto de Ucrania) y que, haciendo honor al deshonor atávico de sus ancestros anglosajones, que, a lo largo de la historia, han demostrado sobradamente su tendencia imperialista —concretada, frecuentemente, en una capacidad para convertir el pillaje, la hipocresía, la invasión y la explotación en un arte, en el que la piratería es una política de Estado merecedor de reconocimiento nobiliario—, ha logrado convencer a gran parte de su pueblo de que se puede recuperar la gloria perdida aplastando sin contemplaciones a otros; es decir, vivir sin un atisbo de nobleza.

El otro —de aspecto más civilizado, y análoga concepción amoral del ejercicio del poder, solo que, eso sí, con menos medios (ya le gustaría y ya nos disgustaría), aunque no con menos ganas de ocuparlo todo— se ha especializado en lo que podríamos denominar como hiperinflación mendaz, en la que la cantidad de embustes y su rápido solapamiento sistemático, cual tejas en una cubierta, nos hacen a sus súbditos impermeables a la verdad

Antonio Carrasco

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