Fundado en 1910

Cartas al director

Superando la frustración

Hoy en día vivimos en una sociedad llena de estímulos y sensaciones que a menudo desencadenan sentimientos de frustración o fracaso. Podemos sentirnos frustrados por el trabajo, los estudios, las relaciones… y todo esto puede llevarnos a actuar de manera impulsiva cuando nuestras expectativas no se cumplen. ¿Hasta qué punto se nos ha enseñado a gestionar estos momentos difíciles, si es que alguna vez se nos ha mostrado cómo hacerlo? Estas reacciones, finalmente, afectan no solo nuestra interacción con los demás, sino también con nosotros mismos. En este contexto, es fundamental preguntarnos cómo podemos aprender a gestionar la frustración por nuestra cuenta, desarrollando herramientas para encontrar el ánimo incluso cuando nadie más está allí para ofrecérnoslo.

La frustración no proviene solo del contexto, sino de cómo reaccionamos ante él. Las sensaciones de fracaso, desmotivación o estrés pueden afectar nuestro entorno, ya que la falta de autocompasión tiende a reflejarse en nuestras interacciones con los demás. En esos momentos en los que nos sentimos solos o incomprendidos, es cuando realmente crecemos como personas. Aprender a ser amables con nosotros mismos, reconocer nuestros errores sin castigarnos, nos permite ver el fracaso como una oportunidad para aprender. Errar no es un signo de debilidad, sino un paso necesario para el éxito, ya que nos permite identificar lo que debemos cambiar para seguir adelante.

Cada vez que enfrentamos una dificultad, podemos preguntarnos: «¿Qué puedo aprender de esto?» En lugar de dejarnos consumir por los pensamientos negativos que pueden surgir en nuestra mente, podríamos desarrollar la capacidad de ver los errores como formas prácticas de aprendizaje. La clave está en no esperar siempre la aprobación o consuelo de los demás, sino confiar en nuestra capacidad para superar las dificultades por nosotros mismos.

En conclusión, la frustración no tiene que ser un obstáculo insuperable que nos haga dudar de nuestra capacidad. Al contrario, es una señal de que estamos desafiando nuestros propios límites. Aprender a animarse y valorarse es esencial para superar aquello que a lo mejor no ha salido como esperábamos, y así aceptar que crecer no se expresa en su máximo si no proviene de un error anterior. Después de todo, errar no es el final, sino el inicio de un nuevo camino hacia el éxito.