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Cartas al director

¿Dónde está el Congreso?

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las Cortes Generales se componían de dos cámaras: la Cámara Baja, el Congreso de los Diputados, sede del poder Ejecutivo, y la Cámara Alta, el Senado, que sustentaba la representación territorial. En los albores de la democracia, recién llegada la Constitución a nuestro país, con Adolfo Suárez a la cabeza, el Congreso era el hábitat de políticos empeñados en una tarea común: devolver a España a un estatus hace muchos años perdido tras cuarenta años de dictadura. En las bancadas podían apreciarse debates intensos sobre lo que más convenía a nuestro país o cuál era la mejor forma de abordar determinados temas como educación, sanidad o trabajo. Los diputados asistían debidamente trajeados, con chaqueta y corbata, y los debates, aunque intensos, en ningún caso llegaban al insulto.

Hoy en día su lugar lo ocupa un circo. Un circo por el que pululan a sus anchas terroristas, secesionistas o fanáticos independentistas y un gobierno incompetente, liderado por un presidente egoísta, narcisista y embaucador, al que acompañan veintidós ministros a cual más inepto e incapaz, que bailan al son que se les marca no vaya a ser que pierdan su sillón y los 4.000 o 5.000 €/mes que conlleva su cargo. Los ciudadanos ya no importan y sus problemas, menos aún. Ahora se habla de «prostitución», de «pisos para señoritas», y de «putas»; se insulta y se permiten gestos soeces y groseros por parte de una presidenta que poco pinta y hace menos. Quiero que toda esa turba desaparezca; quiero que me devuelvan mi Congreso y quiero volver a ver chaquetas y corbatas que discutan sobre lo que de verdad importa: los ciudadanos.