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Cartas al director

Estudios de...

Leí las memorias de Fernando Suárez y estoy empezando «Esos impertinentes reformistas de la Transición», de Enrique Sánchez de León.

Todavía lo recuerdo en Granja, dos mil habitantes, batiéndose el cobre cuando comenzaba la cosa. Igual que ahora, que nos mandan a un mindundi si es que mandan a alguien. Los votos los tienen, media docena arriba o abajo, bien atados.

Entonces nadie sabía su verdadera fuerza y echaban el resto. No podíamos imaginar que de aquello íbamos a llegar a esto, a un pescado vendido envuelto en el apestoso papel de estraza de las ayudas y subvenciones adocenando a más de medio país.

Nació en 1934. Me llevaba veinte años y, leyendo cómo vivió en Campillo, ahí al lado, su niñez, no parece que fueran tantos. Muchos de sus recuerdos pueden ser, con pequeñas variantes, los míos. Las escuelas, el frío, las becas, los codos, o sea, el esfuerzo, don Ricardo Carapeto… sus oposiciones, su formación, su rodaje, sus responsabilidades… ese mínimo bagaje que le deberíamos exigir a un ministro porque después pasa lo que pasa.

Ya puedes plagiar tesis, ser cátedro sin título, pagarte putas y ponerle sueldo con nuestro dinero, no es que no dimita nadie, es que al día siguiente de una de estas barbaridades el tezanazo de turno les da más votos.

Lo acabo de leer: la delegada del Gobierno en Valencia era Licenciada en Filología Hispánica y Comunicación Audiovisual, ahora, —manejan el túnel del tiempo— parece que «inició sus estudios».

Siempre me ha resultado enternecedor —deben de aflorar ciertos complejillos— leer en la solapa de un libro «tiene estudios de…» o comenzó «estudios de…»

Pero una solapa de libro es una cosa y un político mentiroso otra.

Felipe Sánchez Gahete

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