La libertad de cátedra
Resulta pasmoso el silencio de las instituciones académicas que no parecen valorar mucho su propia libertad
Hoy comienza en el Congreso de los Diputados una de las tramitaciones parlamentarias de mayor gravedad en la historia de nuestra democracia. Porque, no nos engañemos. Desde el Parlamento se puede minar gravemente la democracia. Eso ocurrió el siglo pasado en Europa en Alemania, donde la mayoría parlamentaria llevó a la dictadura y al genocidio.
Uno de los primeros indicadores de libertad en un país es la libertad de cátedra. Y la Ley de Memoria Democrática que hoy afronta su primer examen en las Cortes es el mayor ataque a la libertad de cátedra que se haya dado nunca en el Occidente Democrático.
En el artículo 44 del proyecto de ley establece que se incorpore a los contenidos curriculares de la Educación Secundaria Obligatoria, la Formación Profesional y el Bachillerato «el conocimiento de la historia y de la memoria democrática española y la lucha por los valores y libertades democráticas». ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué sólo hay que conocer una parte de nuestra historia? O más bien que en contra de lo que diga ningún académico, va a ser la actual mayoría parlamentaria la que dictamine qué se hizo bien y qué se hizo mal en la historia de España. Y lo que es más relevante, qué se puede enseñar y con qué enfoque. ¿Habrán oído hablar alguna vez de la libertad de cátedra? Es preferible pensar que nunca tuvieron la más mínima noción de lo que es ese concepto. Porque si de verdad lo conocen, la gravedad de lo que están impulsando sería mucho mayor. Y resulta pasmoso el silencio de las instituciones académicas que no parecen valorar mucho su propia libertad.
Poco a poco la izquierda marxista va ganando batallas y nadie parece darle una gran importancia. Y un buen día se habrán perdido tantas luchas aparentemente intrascendentes que ya no habrá marcha atrás.