Sánchez, el Falcon y la falta de respeto
Ni el Estado está al servicio del Gobierno ni su presidente, por mucho que lo ignore, está exento de cumplir con diligencia y pulcritud sus obligaciones institucionales
El uso abusivo de los recursos del Estado por parte de Pedro Sánchez le caracteriza desde su llegada a la Moncloa, marcada por una patrimonialización de sus instituciones o el constante pulso a las pocas que no se doblegan.
Desde situar a una comisaria política al frente de RTVE por decreto hasta colocar a su antiguo jefe de Gabinete al frente de Correos, todo ha sido una mezcla de colonización política y nepotismo personal en la trayectoria de un presidente con mucha dificultad para entender que la democracia es un juego de contrapoderes y la autonomía de sus instituciones una garantía de la salud del Estado de derecho.
Todo ese fenómeno se resume especialmente bien en la escandalosa plantilla de asesores que rodea a Sánchez y en el reflejo que eso tiene en todos los Ministerios de un Gobierno cuyo tamaño e improductividad no tiene parangón en Europa.
En el país con mayor tasa de desempleo del continente, Moncloa se ha convertido en una agencia de colocación insoportable desde un punto de vista económico, pero también ético y estético.
Y es ahí donde aparece, como clímax de una actitud absolutista, el uso indiscriminado del Falcon para viajes personales o de partido, en contra del pudor más elemental y con un ocultismo sancionado ya por instituciones legales como la Audiencia Nacional o el Consejo de Transparencia, tal y como ha reconstruido El Debate en una larga serie de informaciones de gran impacto.
Ningún presidente puede hacer lo que quiera con los recursos públicos, hurtándole a la ciudadanía la rendición de cuentas y cargándole, sin embargo, de unos costes inmensos en tiempos de penurias. Pero menos aún uno que apeló a la transparencia, la higiene democrática y el comportamiento ético personal para justificar su moción de censura a Rajoy.
Lo cierto es que Sánchez dilapida en caprichos dinero público y, cuando le reprenden instancias oficiales, o las ignora o las esquiva con trampas tan bochornosas como declarar secreto de Estado la utilización del Falcon o un helicóptero para desplazarse a actos del PSOE o personales.
La ofensiva parlamentaria anunciada por el PP a raíz de las informaciones de este periódico es muy oportuna. Y es de esperar que, de un modo u otro, todo ello acabe obligando a Sánchez a dar las explicaciones que sin duda le debe a la opinión pública.
Porque ni el Estado está al servicio del Gobierno ni su presidente, por mucho que lo ignore, está exento de cumplir con diligencia y pulcritud sus obligaciones institucionales.
Ni tampoco lo está de dar ejemplo. En un país con tanto desempleo y tantas familias asfixiadas; renovar la flota de coches públicos; nombrar a dedo a militantes del partido para cargos onerosos; mantener 22 Ministerios abiertos o utilizar el Falcon como un taxi privado es, sencillamente, inaceptable.