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El currículo de la ESO: otro abuso educativo del Gobierno

Quitarle los valores del mérito y la capacidad a la escuela no ayuda a nadie y solo sirve para aplazar la frustración de los receptores del obsequio, que descubrirán más tarde y con menos capacidad de reacción que en la vida nada se consigue por regalo

Con la misma nocturnidad y falta de consenso que precedió a la imposición de la LOMLOE, una ley educativa empobrecedora y frentista que responde en exclusiva a los prejuicios ideológicos del Gobierno, acaba de aprobarse el currículo escolar que marcará la ESO.

Ni la comunidad educativa ni la propia sociedad española han participado en la ley ni en su desarrollo en una etapa crucial de la enseñanza que acompaña a los niños desde la infancia hasta la adolescencia y marca, significativamente, el tipo de adultos que serán.

Y no lo han hecho porque un delirio pedagógico así solo puede ponerse en marcha unilateralmente, con el rodillo legal que frecuenta un Gobierno acostumbrado a imponer en el BOE su visión de la vida en general, por inadecuado que sea prescindir del diálogo en asuntos que condicionan el futuro de un país para varias generaciones.

Si la LOMLOE es la consagración del intento de imponer un monocultivo ideológico en las aulas, inquietantemente dirigido a modelar a los niños hasta adaptarlos a los intereses electorales del Ejecutivo; su currículo es la herramienta para aplicar esos fines, incompatibles con el sentido común más elemental.

Eliminar la Filosofía, que Pedro Sánchez se comprometió a reforzar cuando no era presidente, es tan funesto como depreciar la Religión, y denotan el burdo intento de debilitar la capacidad de pensamiento y espiritual de los alumnos para hacerlos más permeables a consignas políticas falsamente progresistas.

Una vocación presente también en la inaceptable censura impuesta a la Historia, adaptada a una sonrojante manipulación que le hurte a los niños el conocimiento del Descubrimiento o la Reconquista, episodios cruciales para España y la propia humanidad; y su sustitución por una ficción histórica ensalzadora de los mitos de la izquierda, como la República.

Si a todo ello se le añade la imposición de la ideología de género, el animalismo o el concepto frentista de «igualdad» como condimentos esenciales de la enseñanza; el desastre está garantizado. Mucho más si se le añade el insólito aprobado general que, con otras palabras, permite la nueva ESO.

Quitarle los valores del mérito y la capacidad a la escuela no ayuda a nadie y solo sirve para aplazar la frustración de los receptores del obsequio, que descubrirán más tarde y con menos capacidad de reacción que en la vida nada se consigue por regalo.

El carácter invasivo del Gobierno en la educación, y su apuesta por degradar sus pilares esenciales, no es gratuito: ni para los niños, a quienes se pretende convertir en mercancía sumisa, ni para España, que no puede permitirse convertir su educación en un pozo seco.