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Editorial

Sánchez entrega el Estado a sus enemigos

Sería un error que la oposición no entendiera la magnitud del desafío que encarna este presidente irresponsable como ninguno en Europa y pusiera todos los frenos que estén a su alcance

Pedro Sánchez protagonizó ayer en el Congreso una de las sesiones más sonrojantes que se recuerdan en el lugar que simboliza y representa la soberanía popular. Un indigno presidente se personó allí, a regañadientes como es habitual cuando debe rendir cuentas, a intentar calmar a sus socios y aliados, con nuevas concesiones que rematan una semana tétrica en esa misma dirección.

Tras excluir al español como lengua de aprendizaje en la escuela pública catalana; boicotear un acto de la Policía y la Guardia Civil en homenaje a los agentes que acabaron con ETA; respaldar la despenalización de las injurias al Rey o los ultrajes a los símbolos nacionales o indultar a una secuestradora cruel; Sánchez criminalizó al CNI por sus investigaciones legales a dirigentes separatistas y se comprometió a maniatarlo en el futuro con una reforma al gusto de Junqueras, Belarra y Otegi.

Y además de todo eso mintió, en sede oficial, al desentenderse de las pesquisas de la Inteligencia española, asegurar que no las conocía y sugerir con ello que actuó a su libre albedrío con una peligrosa autonomía incompatible con el Estado de derecho.

Lejos de defender su papel constitucional y hacerse responsable orgulloso de su labor, el presidente mancilló a un servicio clave para frenar todas las amenazas a la seguridad nacional, rematando el despropósito de haber destituido a su directora para satisfacer a sus implacables aliados.

Un presidente que es capaz de firmar un 155 contra los mismos dirigentes a los que luego invitó a una moción de censura; que luego les investiga y les indulta en la misma época y que, por último, legitima y blanquea a costa de la dignidad del Estado y de sus servidores; es un presidente indigno de tan alta magistratura.

Pues con todos esos bandazos evidencia que la única línea roja es su propia supervivencia y que, para lograrla, está dispuesto a cruzar todas las demás, al coste nacional e internacional que sea y en los ámbitos que proceda: el económico, asumiendo una política populista que ha arruinado a Hispanoamérica; en lo social, suscribiendo un abanico de leyes lesivas para el ser humano; y el institucional, acatando las agresiones a la propia esencia de España con tal de contentar a sus insaciables interventores.

Aunque todo ello es vergonzoso, haber llegado ya a poner en entredicho la seguridad y los intereses nacionales, ora con la cesión del Sáhara a Marruecos, ora con la estigmatización del CNI; supera todos los controles de calidad democrática y transforma a Sánchez en el hilo conductor de los peores peligros para España.

Y con quien está dispuesto a todo, hay que utilizar todas las herramientas legales, institucionales, políticas y constitucionales que se tenga al alcance: la constancia en el abuso lleva a normalizar los excesos de Sánchez, pero sería un error que la oposición no entendiera la magnitud del desafío que encarna este presidente irresponsable como ninguno en Europa y pusiera todos los frenos que estén a su alcance.