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Editorial

En el lado bueno de la historia

Sin un mundo ideal a la vista, la única promesa de una convivencia en paz, con libertad y democracia, es la que ofrece la comunidad formada en torno a la OTAN, como ha quedado de relieve con la exitosa cumbre de Madrid

La cumbre de la OTAN celebrada en Madrid ha dado lugar a decisiones muy fructíferas y de enorme trascendencia. El conflicto bélico que estamos sufriendo en Ucrania a raíz de la invasión rusa ha obligado a acelerar muchas de esas decisiones de cooperación y de protección, viniendo a reforzar de paso el papel y el alcance de esta organización de defensa mutua. A falta de un mundo ideal presidido por la paz, la concordia y el respeto, la OTAN es la única institución que garantiza un mundo verdaderamente justo y libre.

Y como demuestra la historia, por desgracia, estos valores democráticos y humanísticos sagrados nunca hay que dejar de pelearlos y defenderlos. Por la fuerza si es necesario. Los truculentos episodios protagonizados por el nazismo, el fascismo y el comunismo, como la máxima expresión de los regímenes sádicos y totalitarios, o las experiencias autoritarias y populistas han servido para certificar que no existe más camino que la democracia para alcanzar un mundo mejor.

De ahí que con Putin y sus aliados no quepa ni la diplomacia buenista ni los atajos serviles y nostálgicos. El autócrata ruso está empeñado en reeditar la política de bloques de la Guerra Fría atacando con saña al pueblo ucraniano. Responder con moderación y alardes contemporizadores sería interpretado en el código brutal de Putin como una señal de debilidad, de ahí que la OTAN acierte exhibiendo unidad, solidaridad con Ucrania y orgullo por la ampliación del grupo con Suecia y Finlandia.

La cumbre madrileña ha servido, en ese sentido, para escenificar ese cierre de filas y, de paso, para reparar en parte la maltratada imagen de España como nación aliada que ha propiciado el Gobierno de Pedro Sánchez. Aunque éste ha tratado de aprovechar al máximo la cumbre en clave propagandística, la magnífica organización y el papel de representación intachable del Rey Felipe VI han permitido proyectar la imagen de país moderno y comprometido firmemente con las libertades y los derechos humanos. Y lo será más cuando tenga un presidente ajeno a aliados como los que tiene el actual, alejados de los valores atlánticos y destructivo para los intereses ibéricos.

Mal que le pese a los socios de gobierno e investidura de Sánchez, en estos días ha quedado constatado que España es un sólido y estratégico integrante de la OTAN y que ésta constituye el bastión más robusto y fiable en estos tiempos tan sórdidos e inciertos.

Sin duda, la invasión rusa de Ucrania pondrá de nuevo a prueba al mundo. Pero a nadie le han de quedar dudas de que el lado bueno de la historia está y estará donde ondeen las banderas de los países que conforman la comunidad de la OTAN, más allá de que en alguno de ellos gobierne un propagandista de sí mismo buscando tal vez destino laboral futuro.