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Editorial

Una Ley de Memoria pensada para enfrentar de nuevo a los españoles

Sánchez empeora a Zapatero con un burdo montaje destinado a blanquear a Bildu y a reabrir irresponsablemente heridas cerradas por nuestros padres y abuelos

El Senado ha aprobado definitivamente la nueva Ley de Memoria Democrática, el engendro frentista que perfecciona la maniquea visión de España que Zapatero ya impulsó con su ínclita Ley de Memoria Histórica.

Conviene resaltar, antes de nada, que los objetivos del Gobierno tienen poco que ver con la restitución de las víctimas y mucho más con su explotación perversa con fines estrictamente políticos.

A nadie le asustaría que, en un país que rubricó una ejemplar ceremonia de reconciliación nacional como fue la Transición y su corolario constitucional, se subsanaran cuantos flecos quedaran pendientes desde el consenso fraternal, el dolor compartido y la encomiable idea de que las víctimas ya no tienen bandos y se merecen el reconocimiento de todos.

Pero no es ése el impulso, como no lo son nunca las víctimas para un Gobierno de sensibilidad oscilante: solo hay que ver cómo trata a las del terrorismo, o cómo ninguneó a las de la covid sustituyendo un funeral de Estado por una ceremonia a la mayor gloria de Sánchez, para entender lo poco que le preocupan.

La intención está bien alejada de culminar el proceso de cierre de heridas y tiene mucho más que ver con reabrirlas para, con la recreación de los bandos y las trincheras en España, lograr la movilización de un electorado supuestamente propio tan preocupado por problemas mucho más mundanos como el conjunto del país.

Si a eso se le añade la inmunda participación de Bildu en la ley, para reescribir la historia del terrorismo y recrear un falso empate a deméritos y crueldades entre el Estado de derecho y ETA, la conclusión no puede ser más desoladora.

Porque detrás de recuperar la dialéctica guerracivilista y convertir la exhumación de Primo de Rivera y de Queipo de Llano en el epicentro de su agenda política, también hay una enmienda peligrosa a la propia Transición y a su derivada, la España constitucional, edificada sobre la convivencia, el perdón, la paz y la unidad.

La Ley de Memoria Democrática es una irresponsabilidad destinada a proseguir con la infame demolición de la Transición y la reconciliación nacional

Agitar ese fantasma, amén de irresponsable y denigrante para quienes lo hicieron posible tras haber protagonizado y sufrido la etapa previa, no tiene nada de inocente y enlaza con la depreciación constante del llamado «Régimen del 78».

La puesta en solfa de la Corona, el desprecio a la Carta Magna, la potenciación de los nacionalismos periféricos o el propio destierro del Rey Juan Carlos son parte de una misma deriva que encuentra en esta ley sectaria su epílogo más burdo, resucita fantasmas bien orillados y busca con infinita irresponsabilidad el enfrentamiento entre españoles.

Si el legado económico de Sánchez será ruino, el moral, social, institucional y humano alcanzará unas cotas de bajeza sin precedentes. Y ojalá sin consecuencias y la ciudadanía sepa estar a la altura del legado de sus padres y de sus abuelos.