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Editorial

Contra Ayuso, no a favor de la sanidad pública

Sánchez firmó una de las peores gestiones sanitarias del mundo durante la pandemia y pretende ahora criminalizar a Madrid con su habitual demagogia

La manifestación en Madrid a favor de la Sanidad Pública –que convocó a 250.000 personas según la Delegación del Gobierno y un millón según sus promotores– demuestra ante todo cuál va a ser el caballo de batalla de la izquierda madrileña para intentar revertir los pronósticos electorales que colocan a Isabel Díaz Ayuso muy cerca de la mayoría absoluta.

Una certeza que Pedro Sánchez, con su demagogia incendiaria habitual, consolidó con una frase deplorable durante un mitin en Málaga coincidente con la protesta en la capital: «Ante el modelo del PP, que es que se cure quien pueda, los socialistas reivindicamos una sanidad pública, gratuita y universal», dijo el presidente con su desapego por la realidad de siempre.

Resulta sorprendente que el responsable de una de las peores gestiones sanitarias del mundo durante la pandemia, se permita presentarse como adalid de un servicio definitorio del Estado de Bienestar, y asuste a los ciudadanos con el inexistente deterioro de una de sus mayores necesidades.

Porque con Sánchez España se colocó entre los países con más mortalidad del planeta, con excesos de letalidad que han perdurado en 2022 y nos colocan en el liderazgo de defunciones junto a Alemania. Y además hundió su Producto Interior Bruto y la renta disponible de los hogares como nadie entre los países avanzados: más de un 11 por ciento en el primer caso y un 7.85 por ciento en el segundo, dos cifras sin parangón entre los países avanzados de la OCDE.

En ese escenario de deterioro sanitario y económico, que se agravará si la economía sigue hundiéndose y los ingresos del Estado se resienten, Madrid no es precisamente el peor ejemplo, sino un ejemplo esperanzador.

Porque sus cifras sanitarias lo atestiguan: tiene algunas de las mejores cifras de toda España en espera quirúrgica y de especialidades; ha elevado su presupuesto sanitario hasta los 10.000 millones; ha creado cerca de 1.300 plazas nuevas de médicos y enfermeras; dispone de seis de los diez mejores hospitales de España y, según los últimos informes oficiales de la Unión Europea, es junto a Estocolmo el área sanitaria más solvente.

Todo ello no le libra de un problema objetivo en la Atención Primaria, que debe resolver con diligencia y sin maximalismos. Pero si Madrid es una excepción, no es por razones negativas, sino por todo lo contrario: sus cifras, recogidas incluso por el Ministerio de Sanidad, son significativamente mejores que la media española y desde luego, muy superiores a las de la práctica totalidad de las Comunidades Autónomas dirigidas por el PSOE, donde no hay sindicatos tan sectarios pero sí los hay muy sumisos.

España necesita una reflexión sobre su Sanidad Pública que resuelva, al corto plazo, las modestas retribuciones de los profesionales sanitarios y el número disponible para dar un servicio correcto. Y, al largo, para hacer sostenible un sistema tensionado por la mayor longevidad de los ciudadanos y la costosa cronificación de muchas patologías.

Eso no se resuelve con algaradas políticas contra Ayuso, sino con una planificación profesional y una coordinación entre el Ministerio de Sanidad, responsable de modificar el MIR para evitar la expulsión de miles de médicos del sistema por no alcanzar los baremos previstos; y las regiones, responsables a su vez de dotar a sus plantillas de los recursos y salarios necesarios para su función.

No es atemorizando a los ciudadanos con el fin de la sanidad, como lleva haciendo la izquierda en Madrid los últimos 25 años, como se mejoran las lagunas del sistema. Y mucho menos si el heraldo del inexistente desastre es quien tiene, en este asunto y tantos otros, una hoja de servicios estrepitosa.