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Editorial

Unas elecciones decisivas

El 28 de mayo debe ser un plebiscito sobre la figura de Pedro Sánchez y el futuro de su Gobierno

Nunca unas elecciones autonómicas y municipales como las previstas para el próximo 28 de mayo han sido, probablemente, tan decisivas para cambiar el rumbo global de un país. Y no lo han sido porque nunca, tampoco, el deterioro institucional, social y económico ha alcanzado una dimensión como la cosechada con el Gobierno de Pedro Sánchez, el más dañino padecido en España desde 1978.

Por eso estos comicios tienen una condición casi plebiscitaria que retratará, definitivamente, el futuro del presidente y de la inestable coalición que encabeza, un cúmulo de intereses a menudo contrapuestos que agrava las dificultades sobrevenidas de un tiempo de por sí muy duro.

La resistencia a anticipar elecciones generales, como han reclamado de manera insistente y razonada el PP o Vox, confiere a la cita de esta primavera ese carácter de reprobación o refrendo, con un valor añadido al ya habitual: los comicios autonómicos siempre han sido un adelanto del resultado nacional, que en este caso será aún más rotundo por la previsible movilización del inmenso descontento con Sánchez.

Pero el cambio no será patente si, a los buenos resultados que ya prevén las encuestas, no se le añade la derrota socialista en alguno de sus feudos más emblemáticos y, a la vez, la rotunda victoria de los populares en alguno de los suyos.

Por eso se antoja decisivo lo que suceda en la Comunidad de Madrid y en la Comunidad Valenciana: una mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso y el desalojo de Ximo Puig, que gobierna con una fórmula muy parecida a la de Sánchez, enviarían un mensaje de una contundencia irreversible tal vez para el PSOE.

Si a eso se le añade la reafirmación del cambio histórico encarnado por Moreno en Andalucía, la pérdida de otros enclaves emblemáticos como Extremadura o Castilla-La Mancha y el avance en capitales de provincia relevantes como Sevilla, Barcelona o La Coruña; la resaca electoral va a ser durísima para el presidente del Gobierno y la amalgama de siglas que le rodean.

Porque la estabilidad forzada del Ejecutivo difícilmente resistirá si la unidad interna del PSOE se resquebraja y el incesante pulso entre Podemos y Sumar se recrudece.

Las elecciones, de cualquier tipo, siempre ratifican o enmiendan algo. Y que en esta ocasión el objeto de cuestionamiento sea Pedro Sánchez en persona dan una envergadura apasionante a la cita de mayo y obligan a reflexionar sobre las consecuencias del voto más allá de lo que técnicamente supone: se eligen alcaldes y presidentes autonómicos, sin duda, pero también se examina la gestión de España y la solvencia de quienes la dirigen.