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Editorial

ETA está en las instituciones gracias a Sánchez

La inclusión de terroristas en las listas electorales es todavía más grave por el blanqueamiento de Bildu perpetrado por el Gobierno

La inclusión de 44 terroristas en las listas de Bildu, responsables de ocho asesinatos y tantos otros delitos repugnantes, termina de quitar la careta al partido de Arnaldo Otegi y, muy especialmente, a Pedro Sánchez, con quien mantiene una alianza nociva.

Solo los muy sectarios podían negar hasta ahora la vinculación del partido abertzale con el peor pasado del terror en España y, como consecuencia de ello, la auténtica naturaleza de los acuerdos del PSOE con él, muy amplios, estables y tristes.

Porque Sánchez es deudor de Bildu en sus investiduras y presupuestos; ha enmendado la Ley de Memoria Democrática con sus propuestas y gobierna Navarra con sus votos, pese a haber perdido las elecciones en la Comunidad Foral, hoy sometida a una peligrosa inmersión abertzale como parte del peaje.

Y a cambio, ha blanqueado su pasado, ha reforzado su presente y ha mirado para otro lado con el único final del terrorismo realmente decente: aquel que no reescribe los hechos, distingue a las víctimas de los verdugos, defiende el relato correcto de lo sucedido y mantiene lejos a los herederos políticos, cuando no penales, de aquella barbaridad.

El presidente, incluso, se ha prestado a la lamentable tarea de indultar por la puerta de atrás a los pistoleros, transfiriendo las competencias penitenciarias al País Vasco, trasladando luego allí a los criminales y, por último, consintiendo que logren la libertad sin haber cumplido sus penas ni capitulado de sus salvajadas.

De Bildu nada sorprende: por mucho que sea una coalición de distintos partidos, está dominado abrumadoramente por Sortu, la marca blanca de Batasuna, y encabezado por Arnaldo Otegi, un condenado por terrorismo que no reniega del pasado, no pide perdón de verdad, no renuncia a los objetivos y no ayuda a aclarar los más de 300 crímenes de ETA sin condena judicial.

Pero sí sorprende que el PSOE, por las necesidades coyunturales de un líder con pocos principios y demasiados intereses, se brinde a todo ello sin ninguna respuesta interna, sin ninguna autocrítica y sin ningún respeto por la memoria del dolor.

A nadie debe premiársele por dejar de matar. Y aceptar su presencia en las instituciones si respeta las reglas democráticas, algo discutible en sólidas constituciones europeas donde promulgar la ruptura del Estado está directamente prohibido, no incluye asociarse con quienes han cambiado de medios pero no de fines.

Afirmar hoy que Sánchez le debe buena parte de su posición a los filoetarras no es, pues, exceso alguno. Y repudiar que, a cambio, esté dispuesto a alimentar su futuro y a borrar su pasado en lugar de a la inversa, se ha convertido en una manera de medir los verdaderos valores democráticos de los votantes.

Porque votar a este PSOE equivale a reforzar a Bildu. Y con ello a los responsables de casi mil muertes y decenas de miles de heridos, exiliados y extorsionados que hoy ven cómo sus agresores campan a sus anchas por el País Vasco y tienen una copia de la cerradura de la Moncloa.