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Editorial

El PP debe elegir bien a sus representantes

No le va a bastar a Feijóo con una buena gestión técnica: necesita desmontar la ingeniería social de Sánchez con personas a su lado capaces de ello

La estrambótica ceremonia de elaboración de las listas electorales en los dos partidos autodenominados progresistas, el PSOE y Sumar, parece más el preámbulo de una decadencia irrefrenable del Gobierno y de sus socios que la mejor manera de traducir, en caras y personas, las ideas que impulsan una propuesta política.

El acuerdo entre Sumar y Podemos ha sido un obsceno intercambio de puestos, al margen de toda propuesta a la sociedad, para presentar el mismo artilugio populista que tantos efectos perjudiciales le lleva provocando a España desde 2015, cuando comenzó un acoso institucional, legislativo, económico y ético a un proyecto de superación y convivencia nacido en 1978.

Que Yolanda Díaz sustituya a Pablo Iglesias solo cambia la fotografía de los carteles y el nombre en las papeletas, pero las intenciones son las mismas y los promotores, también: una candidata comunista secundada por otros como ella, tan conocidos ya como Íñigo Errejón, Ione Belarra, Joan Baldoví o Ada Colau.

Y algo similar cabe decir del PSOE, que ha conformado sus listas con el único objetivo de garantizarle un cargo público a los más fieles a Sánchez, en un claro indicio del desplome del sanchismo el próximo 23-J que pronostican todas las encuestas pero solo puede confirmar los ciudadanos con su voto.

Los enfrentamientos entre las federaciones territoriales socialistas y la sede central de Ferraz son, lejos de un síntoma de que algo se mueve en el PSOE, la prueba de que los barones solo son capaces de moverse por cuestiones tan prosaicas como el reparto de sueldos públicos: no por los pactos con Bildu, la sumisión a Podemos, las canonjías para el separatismo o la promoción de leyes delirantes contra el ser humano.

En ese contexto, el PP debe dar una muestra de que, además de poder gobernar, va a hacerlo con arreglo a unos valores y unos objetivos bien definidos y bien explicados a la opinión pública que vayan más allá de la gestión técnica de la economía y las instituciones.

Porque el desastre económico de España, que va a terminar el año con un PIB similar al de 2019 y 300.000 millones más de deuda, es gravísimo. Pero peor aún es el proyecto ideológico que Sánchez ha ido imponiendo, de manera implacable, para conformar una sociedad adaptada a su canon político.

Dar esa batalla, sin estridencias pero también sin complejos, es tan importante como reformar el gasto público y dejar de hipotecar el futuro de las próximas generaciones. Y para ello hacen falta caras, nombres y personalidades que simbolicen y encarnen ese deseo de enmienda.

Feijóo ya ha anticipado que derogará leyes tan nefastas como la «Trans» o la de Memoria Democrática, dos delirios sectarios de primera magnitud, pero debe incluir en su afán reformista todas las demás: la LOMLOE educativa, la de eutanasia o la del aborto, entre otras del formidable catálogo del Gobierno contra la vida y el humanismo.

España va a necesitar políticas y políticos de altura para restañar las profundas heridas causadas por un nefasto Gobierno en todos los órdenes. Y el PP no puede recrear la parte menos edificante del «marianismo», consistente en centrarse en la gestión y en despreciar el impulso moral, cultural y ético que cabe esperar de un partido que, o es humanista de verdad, o acabará debilitando su credibilidad.