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Editorial

De nuevo el «Clan de la Zeja»

La misma élite de siempre se arroga el liderazgo de la cultura española, que es mucho más variada y tolerante que sus sectarios

Nadie con un mínimo aprecio por la verdad, la justicia y la tolerancia puede apropiarse de la cultura, que por definición es una disciplina genuinamente individual y tiene en la libertad y la independencia dos atributos canónicos.

No le pertenece a nadie, y mucho menos a esa entelequia abstracta que se hace llamar el «mundo cultural» y, en realidad, es una sectaria minoría elitista en un sector donde operan miles de personas, perjudicadas a menudo por la ramplona ideología de quienes se presentan como representantes de todo.

Por eso ofende que, por enésima vez, un pequeño grupo de personalidades ciertamente conocidas de la música, el cine o la literatura convierta su legítima posición política, en favor de Pedro Sánchez, en una excusa para denigrar e insultar a toda alternativa democrática que, en nombre de millones de personas y de sus votos, pueda prosperar. Y es eso lo que hacen Almodóvar, Paredes, Ríos, Bardem y otros tantos de su especie; contribuyendo a una crispación que la sociedad no siente ni necesita, pero ellos promocionan por razones estrictamente partidistas.

Que no quieran un Gobierno encabezado por el PP, con el respaldo externo o en coalición con Vox, entra dentro de su derecho más elemental. Incluso es respetable que expliquen sus razones e intenten incorporar a otros ciudadanos en su viaje, aunque ello tenga consecuencias negativas para su gremio. Pero es inaceptable que, además de todo ello, fabulen con el miedo al fascismo y den por hecho que, si las urnas retiran su confianza a un Gobierno tan sectario como ellos, España se sumergirá en una especie de dictadura.

La cultura más próspera nació siempre en sociedades libres, tolerantes, abiertas y prósperas; atributos difíciles de encontrar, cuando no imposibles, en la práctica totalidad de los regímenes que defienden o toleran las mismas personalidades que alimentan fantasmas inexistentes en España.

Y si sus discursos son una ofensa a la inteligencia, sus silencios son una agresión a la memoria y los intereses nacionales. Porque nada ha sido más incompatible con la democracia y el progreso que las alianzas de Sánchez con el populismo y el separatismo, trufadas siempre de concesiones degradantes para la igualdad, el futuro y la cohesión social.

No tener nada que decir de los indultos a políticos condenados por sedición ni del blanqueamiento de Bildu ni de la conexión de Podemos con lo peor del chavismo y alentar el pánico a un franquismo ficticio es una prueba, definitiva, de la catadura intelectual, personal y cultural de esa elite falsamente progresista que no conoce a la ciudadanía, no defiende sus aspiraciones y no entiende sus decisiones.