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Editorial

Pedro Sánchez y su vergonzosa utilización del terrorismo

Nadie puede creerse que un cómplice de Bildu que va a amnistiar a los CDR represente la dignidad de las víctimas

Si alguien no puede presumir de su compromiso con las víctimas del terrorismo es, sin embargo, quien más está haciendo en los últimos días por presentarse como gran adalid de todas ellas, en una utilización deplorable de un dolor indeleble.

Pretender, a estas alturas, convertir el 11M en una causa contra Aznar en particular y el PP en general no solo es una obscena manipulación, sino también y ante todo un desprecio a las memorias de quienes perdieron la vida en aquella fecha maldita y a los seres queridos que dejaron heridos de por vida.

Y servirse de un acto institucional, junto al Rey y en el Palacio Real, para excluir a la oposición y lanzar una campaña de propaganda contra un rival político, simplemente demuestra la ausencia más absoluta de escrúpulos y el desprecio por la inteligencia y la memoria de la ciudadanía.

Las sociedades maduras saben perfectamente que la responsabilidad de los atentados es siempre de quienes los cometen. Y recuerda cómo, en 2004, el PSOE de Rubalcaba y Zapatero conculcó ese principio para dar la vuelta a los pronósticos electorales, transformando un cruel ataque yihadista en una consecuencia de la política internacional del Gobierno de Aznar en Irak, donde se posicionó junto a Estados Unidos, como otros 40 países.

Y no se ha borrado la deleznable mentira, hoy recuperada, de que se tapó premeditadamente la autoría real de la matanza, adjudicada a ETA por todo el mundo nada más perpetrarse, para consolidar una victoria electoral. La hemeroteca demuestra, pese a la reiterada falacia, que el mismo 11M se abrió de manera formal y pública la línea de investigación que culminó con la identificación de los autores y, al corto plazo, con la resolución del horror, de sus causas y de sus responsables.

La explotación espuria de un drama nacional siempre es repudiable, pero especialmente cuando viene de un dirigente que, en este ámbito, tiene mucho de lo que avergonzarse.

Porque Sánchez le debe su propia Presidencia a un dirigente, Arnaldo Otegi, condenado por pertenencia a ETA, que no condena el terrorismo y mantiene los objetivos de la banda terrorista. Porque Sánchez está a punto de amnistiar a los violentos CDR y al prófugo Puigdemont, en plena investigación judicial por terrorismo, en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Supremo, respectivamente.

Y porque Sánchez es el único líder occidental que, para vergüenza de todos, ha recibido la felicitación pública de Hamás, una organización terrorista, por posicionarse más cerca de sus postulados que de los de Israel.

A todo esto puede añadírsele su bochornosa sumisión a Bildu con el traslado de casi 400 etarras a las cárceles vascas, donde obtienen más fácilmente el régimen de libertad o su negativa a perfeccionar la respuesta legal a los insólitos actos de exaltación del terrorismo, desplegados de manera impune y humillante para las víctimas.

Hace dos décadas, el PSOE se sirvió de un ataque fundamentalista a España para obtener una victoria electoral que nadie presagiaba. Tanto tiempo después, el heredero de Zapatero vuelve a las andadas, con la misma falta de humanidad y una triple intención perversa.

Tapar su complicidad con los herederos del terror, esconder su rendición con la amnistía y desviar la atención de la trama de corrupción que salpica a su partido y, a través de su esposa, a él mismo.