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Pecados capitalesMayte Alcaraz

La lista negra de Mónica

Hay que ver lo que les gusta a los progres las listas negras. Siempre que las controlen ellos, claro está. Discutir la práctica del aborto libre, que ha aumentado en España un 4,8 por ciento gracias a las políticas proabortistas de Mónica y antes de Irene e Ione, debería ser un derecho de conciencia

Anda Mónica García –médica, madre y censora ministra– buscando compañeros de profesión hasta debajo de las piedras. No para incrementar los diezmados equipos en quirófanos y en atención primaria, no. Ni siquiera para retenerles para que no emigren a otros países europeos donde cobran su sueldo español multiplicado por tres, tampoco. La nueva ola de censores y listas negras ya no solo alcanza a los periodistas no afectos, aquellos que no complacen con sus lisonjas al marido de Begoña Gómez, sino a los profesionales de la salud que osan priorizar su ética profesional y personal ante la chatarra ideológica de la izquierda, que tiene en el aborto uno de sus más amados preceptos.

Hay que ver lo que les gusta a los progres las listas negras. Siempre que las controlen ellos, claro está. Discutir la práctica del aborto libre, que ha aumentado en España un 4,8 por ciento gracias a las políticas proabortistas de Mónica y antes de Irene e Ione, debería ser un derecho de conciencia, tan respetable como cualquiera que se quiera ejercer en base a las creencias íntimas. Pero en España no, como el de esos médicos que no quieren remar a favor de corriente del pensamiento único, tan afecto a la muerte en todas sus vertientes; a esos, hay que estigmatizarlos. La propia Mónica ya nos dijo que madrugar es de perdedores; pues ser coherente con tus convicciones más hondas está penado en España. Ella es un ejemplo de libro de incoherencia vital.

Ya se sabe que el Ministerio de Sanidad no sirve más que para que sesteen en él sus titulares. Salvo que te ocurra como a Salvador Illa, que venía a cubrir la cuota catalana pensando que por la mañana iba a no hacer nada y por la tarde ocuparía el tiempo en pasarlo a limpio e, inesperadamente, le cayó una pandemia planetaria y demostró indolente que no sabía ni donde tenía las aspirinas. Y quizá porque no tiene nada que hacer, dado que las competencias están en manos de las autonomías, MédicayMadre ha decidido vomitar prejuicios de obligado cumplimiento y ponerse muy farruca con aquello de que «nadie va a meterse en lo que hacemos nosotras con nuestro cuerpo», reduciendo la capacidad de las mujeres para concebir y alumbrar un hijo a una amalgama de huesos y piel. En fin, Jack en modo mitin electoral.

Pero esta ministra no solo hace daño a la profesión médica, que tiene su absoluto derecho a objetar sobre lo que considere, sino a los enfermos. A las enfermas, en este caso. Mucho decir que defiende a las mujeres, pero es la misma que no quiso asumir el coste de un eficaz tratamiento a pacientes con cáncer de mama metastático en sus fases más avanzadas. Las enfermas han estado dos meses movilizándose para que ese fármaco lo pague el Sistema Nacional de Salud. Como siempre, Mónica se escudó en que en la Comisión Interministerial de Precios, no solo interviene su Ministerio sino las Comunidades autónomas. Vamos, que la culpa es de Ayuso, como acostumbra a pretextar la que fuera su rival desde la izquierda madrileña, la misma que salió por pies de la Cámara regional, en cuanto Yolanda Díaz se lo propuso.

Cuando se haga balance de estos años, García tendrá un puesto asegurado en el dislate político de la izquierda. La pillaron con el carrito del helado cuando atacó al consejero del PP Enrique Ossorio por cobrar el bono social térmico, y horas después se supo que ella también se lo embolsaba junto a su marido. Antes le habían sorprendido cobrando 13.000 euros en 2021 como diputada autonómica, cuando estaba de baja en el hospital donde trabajaba. Sin olvidar el día que apuntó con sus dedos al consejero Lasquetti en la Asamblea de Madrid haciendo el gesto de disparar. Es un pozo de fango sin fondo: como buena comunista de la izquierda caviar, vive en un pisazo en el Retiro, su marido es un alto ejecutivo que disfruta del capitalismo como el que más, pero Mónica nos recomienda a todos las recetas de Venezuela. Ah, y si es posible, que no enfermemos de cáncer, abortemos en caso de duda y no votemos a Ayuso, no vaya a ser que prosperemos. Como hace ella; ahora dedicada a amasar su pensión de exministra.