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Editorial

Visita maquiavélica

Sánchez intentó amedrentar a la Iglesia Católica en su visita al Vaticano con la recurrente arma arrojadiza de los abusos de menores cometidos por eclesiásticos y con la llamada «resignificación» del Valle de los Caídos

La visita de Pedro Sánchez al Papa Francisco y al cardenal Parolin y el equipo de Secretaría de Estado del Vaticano el pasado viernes 11 de octubre ha sido un nuevo gesto del maquiavelismo con que se mueve el actual presidente del Gobierno, a quien acorralan los casos de corrupción y que ya parecen apuntarle como «el uno» en la escala. En un momento de crisis interna absoluta y de completo desprestigio internacional, el que encabeza uno de los ejecutivos más laicistas de la Historia contemporánea de España busca un salvavidas que avale su gestión siendo recibido por la cabeza de la Iglesia Católica. No se sabe quién aprende de quién, si Nicolás Maduro de Pedro Sánchez o Pedro Sánchez de Nicolás Maduro, o tal vez es que ambos confluyen en José Luis Rodríguez Zapatero. Después del fraude electoral en Venezuela, de las protestas en las calles del país y de las críticas internacionales, el dictador Maduro buscó el aval de la Santa Sede recibiendo al nuevo Nuncio de Su Santidad, el prestigioso diplomático español Monseñor Alberto Ortega, para que este presentase sus credenciales tan solo unos pocos días después del más que evidente pucherazo.

Pero el maquiavelismo de Sánchez con el Papa y la Santa Sede no terminaba en procurar una imagen, sino que se proyectaba en varios de los mensajes que llevaba al Vaticano. Por una parte, en medio de los regalos y las buenas palabras, el Presidente y su Gobierno han intentado amedrentar a la Iglesia Católica con la recurrente arma arrojadiza de los abusos de menores cometidos por eclesiásticos, valiéndose del informe del Defensor del Pueblo, en el que es sabido que se incluyeron algunos casos falsos y que se han manipulado datos ante la prensa. Indudablemente, es muy triste que se hayan dado abusos reales y es verdad que las víctimas auténticas merecen reconocimiento y reparación, pero todos sabemos la manipulación que se lleva a cabo obviando otros casos mucho más numerosos de abusos en otros ámbitos y cómo se recargan las tintas contra la Iglesia Católica para desautorizarla ante las masas. Cabría preguntarse por qué no se recalcan algunos casos horribles de abusos, como los cometidos con bebés por el que fuera concejal del PSOE y jefe de las Juventudes Socialistas de Elche en 2017 o por un senador extremeño del mismo partido en 2011, o por un concejal de la misma formación en 2013, entre otros. O por qué no se quieren investigar los casos que salpicaron a las administraciones socialistas en Valencia y Baleares.

En fin, Sánchez mostró asimismo su maquiavelismo en esta visita al abordar la llamada «resignificación» del Valle de los Caídos, declarándose abierto a colaborar con la Iglesia y a ir de la mano con ella en este proyecto. Así lo expresó el presidente. Pero en realidad se trata de que sea la Iglesia la que haya de ir al ritmo marcado por el Gobierno, cuyo ministro Torres (otro afectado por los escándalos de corrupción) ya ha advertido que el lugar debe convertirse en «un centro laico», pasando previamente por la expulsión de los monjes benedictinos. Como el Gobierno no puede ir de frente por la vía legal contra los monjes, quienes se dedican diariamente a rezar por la paz en España y en el mundo y por los muertos tanto del bando nacional como del bando republicano en la Guerra Civil (conflicto que ya sucedió hace casi 100 años, aunque el Gobierno parece no haberse enterado), trata de forzar a la Santa Sede para que ejecute la salida de los religiosos. Es decir, que sea la Iglesia la que le haga el trabajo sucio, sin que el Gobierno tenga que meterse en una batalla judicial ni usar la fuerza o decretar una desamortización que sería impopular y causaría un nuevo desprestigio internacional.

El Gobierno de Sánchez viene acosando a los monjes hasta lo indecible, habiendo suspendido los pagos que deben recibir para las tareas que tienen asignadas en el Valle de los Caídos conforme a los acuerdos con los que allí llegaron en 1958 y tratando de estigmatizar a su prior, antiguo miembro de la Asociación Católica de Propagandistas y profesor de la Universidad San Pablo-CEU bien querido y estimado por sus alumnos, pero que plantó cara al asalto totalitario, algo que el equipo de Sánchez no tolera ni perdona. Confiamos en que la secular diplomacia vaticana y la Iglesia en España sabrán defender a los benedictinos y su permanencia orante en el Valle y no permitirán la desacralización del lugar.