Trump destroza el universo 'woke'
La victoria del republicano tendrá profundas consecuencias geopolíticas, económicas y culturales
La histórica victoria de Donald Trump, que le confiere el mayor poder acumulado nunca por un presidente americano en décadas, tendrá profundas consecuencias en la geopolítica y la economía mundial, como ocurre siempre que hay cambios en la potencia hegemónica durante el último siglo.
Desde luego a Europa, y por tanto España, que van a ser objeto de dos medidas reiteradamente anunciadas por el presidente in péctore: subir los aranceles a las exportaciones, para favorecer el consumo, la producción y el empleo autóctonos. Y dejar de asumir la defensa militar a través de la OTAN, cuya financiación deben reforzar desde Bruselas en lugar de a costa de Washington.
El derrumbe de Kamala Harris, una candidata mediocre e improvisada para sustituir al delirante Joe Biden, es algo más que una derrota rutinaria del Partido Demócrata, como el éxito de Trump es mucho más que un asunto propio de los americanos.
Porque la primera encarna políticas y discursos que también se extienden por el orbe, en ese universo ideológico con la etiqueta woke que olvida los problemas reales de los ciudadanos, les exprime a impuestos y doctrina y les impone una agenda sectaria en nombre de supuestos valores que, en realidad, son mero sectarismo político.
Trump les ha hablado a los americanos de seguridad y de trabajo, las dos cuestiones que afectan a los ciudadanos de todo el mundo y condicionan su calidad de vida.
Y lo ha hecho con recetas parecidas a las que también defienden y aplican otros presidentes como los de Argentina o Italia, con los que Estados Unidos conformará, de facto, un eje discursivo en contraposición al populismo hispanoamericano o la célebre Agenda 2030 de Europa.
La política de siempre fracasa ante candidatos como Trump porque no aborda esos problemas o lo hace desde un falso idealismo con el que, amén de negar los efectos negativos de fenómenos como la inmigración descontrolada, el multiculturalismo o la ingeniería sexual, ecologista o educativa; se impone un delirante canon ideológico rechazado por la mayoría.
Para el Gobierno de España, ya en concreto, la proclamación de Trump es especialmente adversa, tanto como positiva para quienes vean en Sánchez un populista más cercano al Grupo de Puebla que a Washington.
Sánchez, entre otros de sus múltiples errores, no ha dudado en intentar edificar su promoción personal con ataques a políticos como el nuevo presidente americano, que no olvidará esos desprecios ni tampoco las estrambóticas posturas del dirigente socialista contra Argentina, Israel, Hungría o Italia o en favor, más o menos sibilinamente, de Hamás, Venezuela o México.