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Mentira, relato, ofensa y fraude

Marzo llama a su fin, y nos retrotrae a acontecimientos acaecidos en otros marzos que siguen en el recuerdo colectivo del pueblo español. Marzo de los años 2004 y 2020 son dos momentos en nuestra historia reciente que no se deben olvidar en nuestra «memoria democrática»

En el año 2004 la falta de transparencia y las contradicciones, alimentó la desconfianza y la incertidumbre en la sociedad española, que fue aprovechada por el PSOE para utilizar los atentados del 11-M con fines políticos. El objetivo eran las elecciones generales del 14 de marzo, con discursos y acciones de sus líderes políticos, incluso en la jornada de reflexión, con manipulaciones y mentiras que marcaron aquellos días de crisis y que, supusieron un radical vuelco de la opinión pública, con el inesperado triunfo del PSOE en esas elecciones.

En el año 2020, las mentiras de Pedro Sánchez y su gobierno durante la pandemia no sólo pusieron en riesgo nuestra salud y la de nuestros seres queridos, sino que normalizó una anormalidad institucional detrás de un estado de alarma que se decretó el 14 de marzo para quince días, fue prorrogado en seis ocasiones para finalizar el 21 de junio de 2020. Una anormalidad institucional que finalmente fue declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional. Pese a ello, quien critica la acción del gobierno se le tacha de no democrático y reaccionario.

Como en su momento dijo Jean-François Revel «llegamos así a una curiosa situación —que vivimos todos los días—: situación en la que quienes quieren destruir la democracia parecen luchar por reivindicaciones legítimas, mientras que quienes quieren defenderla son presentados como artífices de una represión reaccionaria».

Esta situación que es la que vivimos en España hoy en día por el designio de un poder político —el gobierno que dice que se apoya en una mayoría social, que ni es mayoría ni social, sino rehén de grupos que sólo se guían por intereses propios de unos dirigentes bien de pasado terrorista, bien de pasado sedicioso—, ocupado en privar de consideración cualquier acción de quienes no quieren más que defender las instituciones del Estado.

No podemos limitarnos a vivir indignados en la mentira.

Con Zapatero, y posteriormente con Sánchez, se busca un enfrentamiento entre los españoles que polariza a la sociedad, con mentiras y una historia manipulada. Un nuevo relato con el único objetivo de reescribir nuestra historia y sacar ventajas políticas. Omito en este momento las «otras ventajas» que, fruto de la corrupción, están saliendo a la luz como resultado de investigaciones judiciales

No podemos resignarnos ni acostumbrarnos a que nos mientan. Se trata de una mentira constante justificada por la falsedad y la manipulación y convertida en una máquina para la extinción de la democracia, mientras paga sus fracasos, sus insuficiencias y sus culpas a un precio infinito para el pueblo español.

Y menos aún si con la mentira y un relato se pretende normalizar una ofensa, primero con el discurso durante los gobiernos de Zapatero para justificar el proceso de negociación con ETA, con una deslegitimación de la democracia al aceptar como interlocutores a quienes practicaron y justificaron el terrorismo. Hoy son recibidos en la sede del Gobierno de España, pese a que Pedro Sánchez había dicho que «con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo 5 veces o 20». Tras la llegada de Pedro Sánchez no sólo se consolida el relato de Zapatero de legitimar a ETA, sino que se aprueban leyes con Bildu, socios imprescindibles para gobernar España y que a cambio consiguen excarcelaciones de terroristas.

Detrás de todo ello existe un gran fraude. Pedro Sánchez para conseguir su investidura pactó con todos aquellos que dijo que no iba a pactar y, cedió todo aquello que dijo que no iba a ceder. El más claro ejemplo es la ignominiosa ley de amnistía. La gobernabilidad de España está en manos de fuerzas nacionalistas cuyo único objetivo es acabar con la nación española.

No existe posibilidad de gobernar con el apoyo de la oposición en asuntos de Estado, porque las mentiras, manipulaciones y el hostigamiento buscan su aplastamiento de esa oposición, utilizando todos los recursos públicos, incluso la fiscalía general del Estado.

La democracia está en riesgo por el empeño de Pedro Sánchez de continuar en la Moncloa. Y ya ni lo oculta, al decir abiertamente que hay que seguir «con determinación, con o sin apoyo de la oposición, con o sin concurso del poder Legislativo», quizás porque las derrotas parlamentarias le hablan de su debilidad y de su incapacidad, pero sobre todo de su derrota en las urnas.

Es un gobierno ilegítimo por ilegal al incumplir los más elementales deberes constitucionales. Y de momento es más perseverante en ello de lo que la democracia lo es en defenderse. Ahí está su acción de 'okupa' de las instituciones.

No podemos permanecer impasibles frente a un poder que se afana en destruir la democracia y menos aún permitir que el pueblo español pierda la confianza en sí mismo y dejar de creer en su capacidad para forjar con talento argumentos con los que combatir a quienes sólo están en la búsqueda activa de un poder sin control. Aún hay tiempo para poder conjurarlo.

Y en este empeño no podemos desconocer hechos de nuestra historia, aunque sea reciente, asumiendo si es necesario el coste personal y colectivo que implique tomar las medidas idóneas para dar réplica a este tiempo de desmemoria y mentira, de inanidad e inmoralidad, o el precio a pagar puede resultar abrumador.

«Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla» podía leerse a la entrada de unos de los bloques del campo de concentración de Auschwitz.