El dogmatismo y el relativismo, lacras de una sociedad en decadencia
El buenismo que encierra el relativismo conduce a la nada, al nihilismo no solo moral sino también intelectual. Si relativizamos nuestras decisiones y pensamientos, estaremos construyendo una sociedad enferma, una sociedad que no sabe por dónde caminar y no distingue dónde está lo bueno y lo malo
A menudo en nuestras relaciones entramos en contacto con personas que o relativizan todo o lo dogmatizan y ambas actitudes son perniciosas y socavan los cimientos de la sociedad que no son otra cosa que sus valores.
El concepto que impera en nuestro armazón de comportamiento es el relativismo. Todo vale y todo es posible aceptarlo sin una reflexión profunda. Esto no va conmigo, pensamos a cada momento, y soslayamos una respuesta adecuada a la situación. Lo que se necesita es la fuerza del compromiso. La palabra «vale» es la protagonista de nuestras conversaciones y decisiones. No nos paramos a pensar que es mandatorio un proceso de reflexión personal antes de tomar un camino, una determinación. El compromiso, el esfuerzo, el tesón y la responsabilidad se han transformado en algo relativo, algo que puede ser o no ser, algo que se puede aceptar o no. Hay que poner ilusión y compromiso en las tareas que realicemos. La crisis económica pasará, de eso no hay duda, pero la de valores es más complicada y necesita, para el cambio, una generación.
Al niño hay que inculcarle, desde pequeño, estos valores de la ética, del servicio a los demás, de la responsabilidad, esfuerzo y tesón, del trabajo bien hecho y así, de esta manera, después de muchos años, habremos cambiado la sociedad. El culto al dinero, a la mentira, al concepto de que todo es relativo y no hay diferencia entre lo bueno y lo malo, entre lo bien realizado y lo dañino. Se traspasan las líneas rojas como quien cruza un charco sin mojarse. Mientras la sociedad no tenga educación y valores, adolecerá de la riqueza necesaria para conseguir la felicidad. Martín Luther King decía que «nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan». Es necesario tomar partido por las cosas, identificarse con los problemas, dar una respuesta correcta plena de valores éticos y defenderla sin dogmatismos, pero tampoco sin debilidades. El buenismo que encierra el relativismo conduce a la nada, al nihilismo no solo moral sino también intelectual. Si relativizamos nuestras decisiones y pensamientos, estaremos construyendo una sociedad enferma, una sociedad que no sabe por dónde caminar y no distingue dónde está lo bueno y lo malo.
El dogmatismo es otro enfoque de los problemas. Hay personas que se creen que su verdad es la única que vale y la que debe subsistir en la sociedad. Tan malo es relativizar como dogmatizar. Ambos puntos de vista son perjudiciales. Decía Antonio Machado: «Tu verdad no, la Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela». El poeta nos invita a que juntos busquemos la verdad de las cosas, que persigamos con sinceridad donde está la certidumbre y que en todo caso practiquemos el debate. Aquí es donde podemos descubrir el auténtico significado de la palabra, de la cesión, de la comprensión.
En la presentación de este periódico, El Debate, me venía a la mente la cantidad de problemas que se hubieran solucionado si un argumentario sosegado hubiera formado parte de nuestra sociedad, hoy día tan enraizada en sus propias ideas y tan enfrentada en sus planteamientos.
Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España